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Education International
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UN Rapporteur on the Right to Education addresses Educators of the World

published 24 July 2007 updated 24 July 2007

UN's Special Rapporteur on the Right to Education Vernor Munoz Villalobos addressed the participants of EI's 5th World Congress this morning in Berlin.

Here are the videos of the speech with English voice-over. Please click twice on the image for the larger version.

Left: Part 1; Right Part 2For more EI videos, please visit our Youtube channel: www.youtube.com/EduInternational

Elaborating on the slow progress governments are making in achieving the goal of Education For All, he urges all member organisations of EI to continue their lobbying efforts on the issue:

Vernor Munoz Villalobos UN’s Special Rapporteur on the Right to Education

“The fact that school fees are still charged in more than 70 countries shows that education continues to be considered as a cost and not a right. This transfers, in practice, the responsibility of the state to the family. It is hence not surprising that teachers are regarded in many countries components of a low-cost production, resulting in their low wages and poor working conditions.”

He also added that discriminations based on gender is a significant barrier to the achievement of education for all:

"Taking into account the most optimistic estimates, it will take ten more years after 2015 to get 47 million children into school and judging by the current rate of progress, 47 countries will not achieve universal primary education until the middle of the next century. In these countries, 75% of the children have mothers who themselves did not receive an education. We know that the inequality is not a mechanical consequence of poverty, because the same phenomenon has also been documented in North America and Europe. Persistent inequalities and significant barriers for women in the access to education affect the education of all children and their future opportunities in life."

Below is a copy of his speech in Spanish:

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Agradezco a Educación Internacional por haberme invitado a compartir con ustedes en el congreso que este año se realiza en esta hermosa e histórica ciudad, sabiendo que ustedes coinciden conmigo en que la educación es el espacio de convergencia de todos los derechos humanos.

Me complace especialmente que el tema del congreso sea trabajar juntos para la calidad de la educación y la justicia social, puesto que una de las premisas de mi trabajo es, precisamente,que el conocimiento que no se construye en el desarrollo de una personalidad respetuosa de los derechos humanos, es un conocimiento de baja calidad.

Desde hace años se están llevando a cabo iniciativas para avanzar en la integración de los derechos humanos en los sistemas educativos, y han sido los y las docentes uno los principales impulsores de estas acciones.

Al atender los verdaderos propósitos de la educación, es evidente que el proceso de integración de los derechos humanos debe involucrar a toda la educación y no sólo elementos puntuales de la currícula. Un reto de semejante envergadura, requiere de mayores y mejores compromisos de todos nosotros.

El derecho a una educación de calidad implica la necesidad de orientar los procesos de aprendizaje y el entorno escolar para que los conocimientos se construyan en el seno de una ciudadanía respetuosa de la dignidad humana, la diversidad, la paz y la cooperación mutua.

La calidad no se reduce a un criterio de eficiencia cuantificable.

Desde el punto de vista de los valores que motivan el aprendizaje y que resultan necesarios para procurar una educación de calidad, se requiere determinar cuáles son las necesidades de estudiantes y docentes y de qué forma se deben realizar los ajustes para solventar las deficiencias del sistema escolar y del sistema político, que impiden satisfacer dichas necesidades.

El ejercicio de la ciudadanía democrática, por ejemplo, no es una cuestión que se derive de las órdenes o instrucciones de la supervisión escolar, sino del ambiente del aula y de la comunidad educativa, que son los ámbitos en donde los estudiantes pueden expresar sus ideas, valorar la libertad de pensar por cuenta propia y respetar la opinión de los demás. El derecho a la educación incluye esta práctica de libertad.

Esto significa que debemos trabajar más arduamente para trascender la concepción de la educación como negocio o mecanismo uniformador, porque la función esencial de los maestros y maestras no es satisfacer las necesidades de los empleadores.

La lógica de la acumulación, que constituye la premisa de la ideología neoliberal, es rotundamente contradictoria con la lógica de la supervivencia y más aún con la de la dignidad de la vida.

La acumulación es además una forma de perversión de la autoridad, pues se traduce en mecanismos de socialización que reproducen y perpetúan el paradigma patriarcal, mediante el cual se definen todas las asimetrías y desigualdades en las relaciones humanas y de las personas con la Naturaleza.

Por este motivo es urgente que las tendencias educativas subordinadas a las lógicas patriarcales, den paso a un proceso diferente, anclado en la necesidad de desarrollar los derechos y responsabilidades humanas, para poner la economía al servicio de la vida, y no al contrario.

La pobreza y la degradación están minando nuestro mundo debido a la avaricia y al consumismo, que convierte en mercancía todo lo que toca. Así nos han hecho creer que esta desolación se llama desarrollo, como si contaminar y deforestar la tierra fuera el sentido del progreso.

La escuela debe ser profundamente ecológica y unir a las personas con su entorno; debe dejar de ser un “instrumento” de socialización vertical y convertirse en un espacio de convergencia y potenciación de los derechos y las responsabilidades humanas. Tendremos que imaginar ese nuevo espacio, a partir de la apropiación de nuestros retos y especialmente, a partir de la ruptura creativa de las estructuras patriarcales, para construir una cultura de derechos humanos.

El mantenimiento de las tarifas escolares en más de setenta países prueba que la educación sigue siendo considerada como gasto y no como un derecho y constituye una práctica en la que se traslada a las familias las obligaciones que corresponden a los Estados.

No es extraño, entonces, que los bajos salarios y las condiciones de trabajo de las y los docentes se lleguen a considerar en muchos países como componentes e “insumos” de una producción “de bajo costo”.

Las condiciones inequitativas con las que se trata a los y las docentes, muchas veces definidas por perversas leyes, reproducen también condiciones inequitativas en los sistemas educativos y en toda la dinámica escolar.

Es por ello que la igualdad real no puede ser alcanzada únicamente mediante la promulgación de leyes que en la práctica fallan al tratar o incluso perpetuar la desigualdad entre las personas.

Para contrarrestar esa tendencia, resulta urgente analizar el impacto de las políticas públicas en la realidad del aula y promover cambios que permitan avanzar hacia una educación para la igualdad y por ende para una sociedad más justa, solidaria y pacifista. Las opiniones más conservadoras estiman que 120 millones de niños y niñas siguen sin estar escolarizados -muchos de ellos son niños y niñas con discapacidades- y que al menos 23 países corren el riesgo de no lograr la educación primaria universal para el año 2015.

Tomando en cuenta las proyecciones más optimistas, la meta de lograr la educación primaria universal tomará al menos diez años más de lo esperado, pues en el 2015 habrá todavía 47 millones de niños y niñas que no asistirán a la escuela y 47 países no cumplirán el objetivo de escolarización universal hasta prácticamente mediados del próximo siglo.

En estos países, el 75% de las niñas y niños actualmente tienen madres que tampoco cuentan con educación, dato que revela la realidad de madres analfabetas criando niñas y niños sin oportunidades educativas.

Sabemos que ningún país ha logrado eliminar la brecha de género en todos los aspectos de la vida social. Esto significa que la desigualdad de género no es una consecuencia mecánica de la pobreza, pues también ha sido ampliamente documentada en Norteamérica y en Europa, por ejemplo, donde las desigualdades persistentes en el acceso y las significativas barreras en detrimento de las mujeres afectan negativamente la educación de las niñas y sus oportunidades de vida.

Por todo ello, es necesario que provoquemos un cambio radical. Y si lo que tenemos a mano es trabajar por un cambio en la educación, deberíamos sentirnos personas muy afortunadas.

La pedagogía que deseamos no reconoce poderes superiores, sino tan sólo sensibilidades diferentes. Por esa razón todos y todas somos sujetos de aprendizaje permanente, tanto docentes como estudiantes, padres y madres de familia. La experiencia educativa se completa en la medida en que además toca las necesidades comunitarias y se proyecta hacia todas partes, pero especialmente hacia adentro de cada una y cada uno de nosotros.

Cuando pienso en los métodos educativos, pienso en la sustancia educativa. Nada es ajeno al proceso, pues el contenido se nutre de la forma en que se aprende. Consecuentemente, aprender a vivir juntos, en un entorno en el que sea posible resolver los problemas y los conflictos de manera no violenta, es quizás la más urgente premisa metodológica y la más notable tarea en que deben involucrarse los maestros y maestras.

Ciertamente, la vida es aprendizaje. Pero sólo el ser humano está obligado a aprender a aprender, porque la imaginación creadora es lo que más caracteriza a la esencia humana. Por eso tengo la certeza de que mejores tiempos nos aguardan. Sé profundamente que en medio de tanta incertidumbre y dolor, construiremos una historia nueva, en la que todas las personas digan su palabra. Esas palabras deben ser aprendidas con ustedes, maestros y maestras, y son ustedes quienes pueden nutrir con libertad la boca hambrienta de este mundo.

Gracias, entonces, por ser indispensables. Gracias por creer que otro mundo es posible. Gracias por estar aquí.