Sindicatos docentes: una fuerza positiva para la calidad de la educación
El Secretario General de EI, Fred van Leeuwen, participó en un debate frente a activistas antisindicales en el Foro Mundial de Educación y Competencias, celebrado en Dubai a principios de esta semana. Van Leeuwen se posicionó en el bando de quienes rechazan la siguiente premisa: “los sindicatos docentes son un impedimento para una educación de calidad”.
He aquí los argumentos que planteó en intervención inicial:
En primer lugar, debemos aclarar un malentendido: la idea de que, por un lado, están los docentes y, por otro, los sindicatos de docentes y sus dirigentes. Hay gobiernos que prefieren hacer esta distinción para dar a entender que los sindicatos de docentes no representan a la profesión. El otro día, un ministro de Educación me dijo que él no necesitaba hablar con el sindicato local que representa a los docentes porque ya se mantenía en contacto diariamente con sus docentes, a través de Twitter.
En muchos países, la mayoría de los docentes pertenecen a sindicatos profesionales independientes y democráticos que tienen una doble misión: defender los intereses de sus miembros y de la profesión en toda su amplitud, y promover la calidad y la igualdad educativas. Estas dos misiones no son contrapuestas, son complementarias.
Es muy sencillo: la educación de calidad necesita una calidad pedagógica que solo puede ofrecer una fuerza docente bien capacitada y muy motivada, para lo cual son imprescindibles unas condiciones laborales equitativas. Es absurdo pensar que las organizaciones que representan a los docentes impiden la educación de calidad. Ocurre justamente lo contrario.
A lo largo de su historia, los sindicatos de docentes han sido el principal motor de la mejora de la calidad y las oportunidades educativas. ¿Es casualidad que los 23 países que más puntuación obtienen en la evaluación del PISA tengan unos sindicatos de educación fuertes? Por supuesto que no. Muchas de las reformas educativas introducidas con éxito en las economías industriales las pusieron en marcha los sindicatos docentes; y los programas de desarrollo profesional más efectivos los organizan los sindicatos que representan a los docentes.
En Detroit, Michigan, en los Estados Unidos, es moneda común encontrar colegios en ruinas, a pesar de que algunos son peligro real: tiene pasillos con moho, lavabos rotos, cables eléctricos al aire. Los docentes, los padres y madres hablaron con los responsables del colegio, en vano. Nuestro sindicato afiliado convocó una huelga para reclamar la reparación de los desperfectos; el alcalde visitó por fin el centro y declaró los edificios zona peligrosa. ¿Fueron los sindicatos docentes un obstáculo para la calidad? Por supuesto que no. Muchas veces son los que se encargan de pedir responsabilidades a las autoridades públicas.
En los Países Bajos, nuestros sindicatos afiliados convocaron una jornada de huelga en la educación primaria para protestar contra los recortes presupuestarios en la educación especial… No reclamaban un aumento de sus salarios o de sus pensiones, reivindicaban una mejora de la calidad educativa. Las autoridades públicas eliminaron los recortes. ¿Obstaculizan los sindicatos docentes la calidad? Al contrario, se involucran cuando es necesario en la batalla política para que los políticos opten por lo más adecuado.
En el Líbano, a pesar de que las autoridades públicas han incumplido el convenio colectivo de diez años de antigüedad, nuestros sindicatos afiliados decidieron trabajar turnos dobles para acomodar a los cientos de miles de docentes refugiados en sus escuelas públicas. ¿Son los sindicatos docentes un obstáculo para mejorar las escuelas? No. Al contrario, los sindicatos que representan a los docentes ayudan a abrir el camino para que la educación sea accesible para todos y para todas.
En África, los docentes de muchos países —todos pertenecientes a sindicatos— trabajaron durante meses sin cobrar, mientras duró la grave crisis financiera. Permanecieron en las aulas, trabajando con sus estudiantes, porque decidieron conjuntamente que los estudiantes no debían sufrir las consecuencias de esta crisis.
Un ejemplo más: California.Cuando el gobernador Arnold Schwarzenegger recortó la financiación de las escuelas de las zonas más deprimidas, nuestra afiliada presentó una demanda en su contra y obtuvo millones de dólares. Todo ese dinero no lo dedicaron a aumentar los salarios o las arcas del sindicato, no, lo reinvirtieron en las escuelas más pobres.
Nadie se dedica la enseñanza para ganar dinero. A los docentes les importan los niños y las niñas; quieren que sus estudiantes tengan la oportunidad de tener éxito en la vida. Los sindicatos docentes tienen esa misma ambición.
¿Y qué decir de los docentes débiles a quienes protegemos? Protegemos a los docentes, a todos, a los innovadores frente a la junta escolar conservadora; a los tradicionales, frente a los directores progresistas y, sí, también a los “docentes débiles, con un rendimiento deficiente” que merecen un liderazgo con responsabilidad bajo cualquier régimen político. Es lo que se denomina debido proceso, al que se atienen día a día las escuelas fuertes, los dirigentes y sindicatos, en los mejores sistemas escolares del mundo.
Quienes, en el bando contrario, temen a los sindicatos de la educación, deben sentirse a gusto aquí, en nuestro país anfitrión, donde los docentes aún carecen del derecho a organizarse para que les representen sindicatos independientes o, no lejos de aquí, al otro lado de la península, en Bahrain, donde los miembros de nuestros sindicatos afiliados son víctimas de represión y sus dirigentes acaban en la cárcel por defender a los estudiantes y los docentes.
Menciono esto porque, además de su importancia en la mejora de la calidad de la enseñanza y la situación profesional de los docentes, los sindicatos educativos son también un elemento decisivo en toda sociedad democrática, tanto como representantes de esta profesión encargada de transmitir los valores democráticos a las generaciones futuras, como grupo de presión en favor de la justicia social y los derechos democráticos.
Como conclusión, si los sindicatos docentes fueran un impedimento para la educación de calidad ¿cómo explican mis oponentes que en el norte y el oeste de los Estados Unidos, donde la presencia sindical es altísima, los salarios de los docentes, el gasto por alumno y el rendimiento estudiantil es mucho más elevado que en los Estados del sur, donde impera la “ley del derecho al trabajo”. Las cifras no son fruto de la casualidad.