Chad: La educación bajo perfusión humanitaria
Goz Beida, al este de Chad - La ciudad está rodeada de campos de refugiados sudaneses y de desplazados chadianos, de colinas peladas sobre las que resisten algunos arbustos resecos por el sol y, a lo lejos, de un desierto por el que ya sólo pasan las bandas armadas: saqueadores, militares o rebeldes.
En enero y junio de 2008, los soldados de la Alianza Nacional ocuparon la ciudad brevemente antes de continuar sus ataques contra el ejército gubernamental. Nadie quiere quedarse en Goz Beida. Se viene a parar aquí sin querer.
Como Djibril Meina, un joven docente del sur del país que no deja de contar el tiempo que ha pasado desde que llegó a la escuela pública de Karaï. Su salario es de 108.000 CFA al mes, el equivalente a 164 €, pero aún no ha recibido su paga.
“Hace cuatro meses que me destinaron aquí y todavía no me han pagado”, comenta Meina. “Mi mujer y yo vivimos en la miseria. El coste de la vida es muy alto. Es imposible alquilar una habitación por menos de 20.000 CFA (30 €). Un pollo cuesta 4.000 CFA (6 €) en el mercado. ¡Es una vergüenza!”
Enfrentándose a las mismas dificultades, Evariste Togue, el director de la escuela, confirma que hay graves problemas en el funcionamiento y la administración de la escuela y los pagos. Los docentes jóvenes son los primeros en sufrir por ello.
“Los expedientes de los nuevos van hacia Abéché, y después hacia la capital”, explica. “Los atrasos salariales también nos afectan a nosotros en algunas ocasiones, pero para ellos es muy duro”.
Del personal presente hoy en la escuela, solamente Togue está afiliado al sindicato de docentes de Chad (SET), miembro de la IE. Le gustaría recibir un poco más de apoyo por parte de la organización, pero reconoce que está muy lejos de la capital como para que se escuchen su voz y sus reivindicaciones.
“Como docentes, no tenemos elección, tenemos un deber moral con estos niños para contribuir al desarrollo del país”, suspira.
Pero la lejanía, la inseguridad, los atrasos salariales y el alto coste de la vida desmotivan a más de uno, admite Mohamed Youssouf Bachar, inspector provincial de educación: “Se han destinado 79 docentes diplomados para las 104 escuelas de Dar Sila. Pero muchos no vienen.” Según el último recuento disponían de 46 docentes de primaria y 55 docentes comunitarios para todo la provincia.
Los docentes comunitarios reciben un escaso sueldo de apenas 28.000 CFA (42 €) al mes. Aún así, con ocho profesores por cada 720 alumnos, de los que 200 viven en un campo de refugiados cercano, la escuela de Karaït es casi un “centro de excelencia”.
Chad es productor de petróleo desde 2004, pero el pueblo no se ha visto beneficiado. Al preguntarle si se reinvierten los ingresos petrolíferos en servicios públicos como la educación, el inspector contesta de manera evasiva.
“Hay algunos edificios escolares nuevos. Este año, también hemos recibido un centenar de mesas y bancos”, dice Bachar.
Con o sin petrodólares, la enseñanza nunca ha sido una prioridad para los sucesivos gobiernos desde la independencia del país, especialmente en esta región pegada a Darfur, donde el índice de analfabetismo ha sido uno de los más altos del mundo hasta hace poco. Pero, por muy paradójico que parezca, la tendencia en el este chadiano, sacudido por los conflictos interétnicos y las incursiones transfronterizas, se está invirtiendo.
El agrupamiento forzado de poblaciones y el hecho de que las agencias de las Naciones Unidas y las ONG se hagan cargo de ellas, financiando las cantinas escolares y el salario de los docentes comunitarios, está posibilitando que vayan más niños a la escuela.
Según el inspector de educación, la asistencia escolar en 2005 era del 37% en toda la provincia al comienzo de la escuela primaria. Ahora alcanza casi el 100% en los campos que reciben ayuda de las organizaciones humanitarias, al menos en los dos primeros años de enseñanza primaria.
El índice de matriculación en los niveles superiores es aún más bajo. La discriminación de las niñas reduce casi a cero sus posibilidades de finalizar la escuela. Además, hay que añadir el riesgo, sobre todo para los niños, de ser reclutado por el ejército nacional, las tropas rebeldes o alguna milicia de autodefensa.
Por Jacky Delorme
Este articulo fue publicado en Mundos de la Educación, No. 27, septiembre 2008.