La crisis económica: “¿Cómo hemos llegado a esto?”
La crisis económica más grave desde la Gran Depresión ha revelado el fracaso de una estrategia de crecimiento económico obsoleta basada en el consumo alimentado por la deuda.
El desplome de la burbuja inmobiliaria americana del año pasado ha desencadenado una crisis del crédito mundial y ambos acontecimientos están llevando ahora a los Estados Unidos y a otras economías a una peligrosa recesión mundial. No obstante, estas son solamente las causas inmediatas y existen tres desequilibrios subyacentes fundamentales en nuestra economía que son responsables en última instancia de la actual crisis: un desequilibrio entre los EE.UU. y la economía mundial, un desequilibrio entre el sector financiero y la economía real y un desequilibrio entre el poder de negociación colectiva de los trabajadores y sus patronos. Para restablecer una economía americana sostenible e internacionalmente competitiva en donde haya un amplio reparto de la prosperidad es necesario corregir estos tres desequilibrios.
La causa inmediata de esta recesión es la conjunción de una crisis inmobiliaria y una crisis del crédito.
El desplome de la burbuja inmobiliaria americana hizo desaparecer varios billones del patrimonio neto de las familias y minó la solvencia de las firmas financieras infra-capitalizadas. La dificultad de obtener un crédito de estas firmas financieras en apuros frenó el crecimiento económico y forzó a los patronos a realizar despidos y recortar sueldos. Al mismo tiempo, los consumidores recortaron drásticamente su gasto al disminuir su riqueza, reduciendo aún más la actividad económica.
Existe un desequilibrio subyacente fundamental entre los EE.UU. y las economías mundiales.
Un desequilibrio en la cuenta exterior insostenible obliga a los EE.UU. a tomar prestado casi un cinco por ciento de la renta nacional para pagar bienes que consumimos y que hemos dejado de producir. Este desequilibrio externo ha sido sostenido por nuestros socios comerciales asiáticos que invertían en activos denominados en dólares, como por ejemplo bonos del Tesoro y valores con garantía hipotecaria americanos. Estas inversiones, a su vez, mantuvieron el valor de cambio del dólar y la ventaja competitiva de nuestros socios comerciales asiáticos. Durante la década pasada, los excedentes comerciales de nuestros socios asiáticos alimentaron una “superabundancia de ahorros mundial,” que contribuyó a inflar la burbuja inmobiliaria americana. Si como nación no somos capaces de dar con el modo de producir más del equivalente de lo que consumimos, nos veremos obligados, de un modo u otro, a consumir menos.
Existe un desequilibrio subyacente fundamental entre el sector financiero y la economía real.
En una economía que funciona bien, las finanzas deberían servir a la economía real canalizando los ahorros hacia inversiones productivas. Pero la desregulación financiera tiene como efecto el desviar los recursos económicos hacia el sector financiero, lejos de las inversiones que mejoran la productividad en la economía real.
Existe un desequilibrio subyacente fundamental entre el poder de negociación de los trabajadores y los patronos.
Este desequilibrio es responsable en gran medida del estancamiento de los salarios de estos últimos 30 años, que ha roto la relación entre la productividad y el crecimiento salarial y ha abierto una brecha de desigualdades en las rentas. Los trabajadores estadounidenses han incurrido en altos niveles de endeudamiento personal como una de las maneras de compensar este inadecuado aumento. Durante décadas, EE.UU. ha perseguido una estrategia de crecimiento económico basada en bajos salarios y una demanda de los consumidores alimentada por la deuda. Las burbujas de la deuda y de los activos ocultaron temporalmente los fallos de esta estrategia, que han sido revelados por la actual crisis.
Un desequilibrio fundamental entre el gobierno y los mercados ha exacerbado los otros tres desequilibrios.
La desregulación financiera (junto a la innovación financiera) facilitaron altos niveles de deuda personal, para posteriormente permitir que el desplome de la burbuja inmobiliaria estadounidense desencadene una crisis financiera mundial. La incapacidad del gobierno de reforzar los derechos de los trabajadores es un motivo clave del desequilibrio creciente en el poder de negociación entre empleados y patronos. Para explicar los desequilibrios insostenibles de la economía mundial podemos remontar hasta las políticas gubernamentales americanas relativas a los tipos de cambio, el comercio y las inversiones extranjeras que favorecieron en su día - en lugar de contrarrestar - los intereses de las corporaciones transnacionales, las instituciones financieras y las grandes fortunas.
Esta recesión no es como las anteriores.
Las recuperaciones de posguerra anteriores finalizaron mediante decisiones de la Reserva Federal de combatir la inflación aumentando los tipos de interés. Las dos últimas recuperaciones, por el contrario, finalizaron con el desplome de las burbujas de activos de valores patrimoniales en 2001 y de los valores inmobiliarios en 2008-2009. La actual deflación de los valores inmobiliarios es mucho más grave que la de los valores patrimoniales en 2001, y la actual recesión será, sin lugar a dudas, mucho más seria.
Las herramientas políticas que funcionaron en las recesiones anteriores no funcionarán esta vez.
En las recesiones inducidas por su política, la Reserva Federal podía esperar un cambio total de la política – la bajada de los tipos de interés – para generar un crecimiento económico en las industrias sensibles a los intereses. Pero los recortes en los tipos de interés difícilmente restablecerán el crecimiento tras la deflación de activos. Los tipos de interés reales están en sus índices históricos más bajos, pero no han logrado fomentar una expansión. Es indispensable una política fiscal anticíclica, pero los paquetes de incentivos fiscales aprobados en 2008 y 2009 fueron demasiado escasos para contrarrestar los efectos combinados del desplome de la burbuja inmobiliaria y de la crisis del crédito mundial.
Ningún plan de recuperación efectivo debe corregir los desequilibrios subyacentes fundamentales de nuestra economía.
Esta crisis económica no es un estancamiento ordinario de la coyuntura, sino que representa el fracaso de un modelo económico obsoleto. Ya no es posible perpetuar una estrategia de crecimiento económico errónea basada en burbujas de activos, bajos salarios y un consumo alimentado por la deuda.
Corregir el desequilibrio entre la economía doméstica y la economía mundial requiere producir más de lo que consumimos.
La competitividad estadounidense debe mejorarse a través de inversiones públicas que creen una mano de obra y unas infraestructuras de transporte, de la información y de las comunicaciones de talla mundial. Un programa de recuperación regido por las inversiones públicas reafirmaría las inversiones privadas y proporcionaría una base para el crecimiento económico más sostenible que si estuviera basado en altos niveles de burbujas de deuda y activos. Los socios comerciales asiáticos también deben reformar su modelo de crecimiento orientado en las exportaciones y consumir más de lo que producen y revaluar sus divisas.2
Corregir el desequilibrio entre las finanzas y la economía real pasa por una reforma reguladora de nuestros mercados de capitales.
Es esencial que volvamos a regular nuestros mercados financieros para garantizar la seguridad y solidez de las instituciones aseguradas y reguladas y evitar la explotación de los inversores y consumidores.3 Como nación debemos destinar menos recursos a la especulación financiera y más a las inversiones que mejoran la productividad en empleos verdes, infraestructura, educación y atención sanitaria.
Corregir el desequilibrio entre el poder de negociación de los trabajadores y patronos pasa por una reforma de la ley laboral.
Los EE.UU. no tienen más remedio que recuperar una estrategia económica de prosperidad compartida – una estrategia que funcionó estupendamente durante las tres primeras décadas de la posguerra. La Employee Free Choice Act (EFCA) contribuirá a invertir el desequilibrio creciente entre el poder de negociación de los empleados y los patronos, reconectará los salarios con el aumento de la productividad y ayudará a reconstruir la clase media americana. Otros cambios políticos necesarios son un aumento en el salario mínimo y políticas fiscales y monetarias que promuevan el pleno empleo.
Este artículo ha sido redactado por Ron Blackwell, American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations (AFL-CIO).
Notas a pie de página: 1. En una reunión celebrada el 18 de septiembre de 2008 en la Casa Blanca, tras la quiebra de Lehman Brothers, el Presidente Bush preguntó a sus consejeros económicos "¿Cómo hemos llegado a esto?” Jo Becker, Sheryl Gay Stolberg, Stephen Labaton, “White House Philosophy Stoked Mortgage Bonfire,” The New York Times (8 de diciembre de 2008). 2. AFL-CIO Executive Council, “China Trade: Beggars and Neighbors,” (3 de marzo de 2009). 3. AFL-CIO Executive Council, “Financial Regulation,” (5 de marzo de 2009).