¿Ha llegado el momento de que
Los mecanismos de gobernanza y administración necesarios para garantizar que una parte de la riqueza generada se utilice para desarrollar la capacidad del estado de prestar servicios a sus ciudadanos/as son débiles, lo que reduce los posibles beneficios. Con demasiada frecuencia vemos que los beneficios de los recursos minerales, en lugar de impulsar la infraestructura, hospitales y escuelas de la comunidad, sirven para fortalecer ejércitos privados que protegen intereses financieros no estatales. En lugar de utilizar estos recursos para aumentar el desarrollo industrial y el procesamiento agrícola y desarrollar las competencias necesarias para crear empleos y medios de vida sostenibles y de este modo reducir la pobreza y la desigualdad, la riqueza se desvía en su totalidad a manos privadas, eludiendo completamente al estado.
La educación es clave para desarrollar una ciudadanía que pueda oponerse a estas prácticas y pedir al gobierno que rinda cuentas del uso de la riqueza del país para reducir la pobreza, construir casas, aumentar el acceso al agua, mejorar la asistencia sanitaria, reducir la mortalidad infantil e incrementar la esperanza de vida.
Educación: la promesa incumplida
En Dakar en 2000, 164 gobiernos se comprometieron a alcanzar una Educación para Todos/as(EPT) de calidad para niños/as, jóvenes y adultos/as. Se fijaron objetivos firmes y los gobiernos, los organismos de desarrollo, la sociedad civil y el sector privado se comprometieron a cooperar para alcanzar seis objetivos en 2015; el objetivo principal era que todos/as los/las niños/as pudieran acceder a una educación primaria de calidad y completarla. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio(ODM) aprobados en 2000 por los 189 estados miembros de las Naciones Unidas establecieron la meta en el área de la educación de que todos/as los/las niños/as completaran la enseñanza primaria. Esta meta forma parte de una serie de objetivos de desarrollo interdependientes y que se complementan mutuamente. Al aceptar que la educación debería ser un ODM, los estados miembros reconocieron el papel fundamental de la educación a la hora de proporcionar las herramientas necesarias para participar realmente en la vida ciudadana y económica y de capacitar a los/las ciudadanos/as para implicarse en los problemas sociales.
Sin embargo, a pesar de la rápida expansión del acceso a la educación, los objetivos simples relativos al acceso no se han alcanzado. En 2011, más de la mitad de los 57,2 millones de niños/as que no asistían a la escuela en el mundo se encontraba en África subsahariana. La mayoría de ellos/as nunca ha ido al colegio. Muchos/as empiezan sus estudios pero abandonan antes de terminarlos y los conocimientos de lectura, escritura y cálculo adquiridos no se mantienen. Los/las niños/as con más probabilidades de que se les niegue el acceso son los/las hijos/as de familias pobres y familias en zonas rurales. El gran potencial humano necesario para construir una sociedad y la actividad económica necesaria para reducir la pobreza se ven obstaculizados por la falta de acceso a la educación.
Para aquellos que tienen un acceso mínimo o inexistente a la educación, la tragedia de potencial desperdiciado es considerable. Pero, ¿cuál es la experiencia educativa de los que tienen acceso a las escuelas? La tasa de escolarización no conlleva un aprendizaje significativo a menos que existan tanto recursos como procesos de calidad para crear las ‘opciones y libertades de las que priva la ignorancia’ (Sen, 1999). ¿Cuál es la calidad de las oportunidades de aprendizaje a las que hay acceso? El Consorcio de África Meridional para la Supervisión de la Calidad de la Educación ha demostrado que en los 15 países que participan los/las niños/as pasan el tiempo en el colegio en clases grandes, sin el material de aprendizaje necesario, como libros de texto y material para escribir, y el progreso en el sistema es lento. La asistencia escolar no se traduce en oportunidades de aprendizaje, en particular para los/las niños/as de familias pobres y en zonas rurales.
La pobreza y el hambre, y los problemas educativos que los acompañan, han creado ‘zonas’ sistemáticas de exclusión ( Lewin, 2007) en varias etapas del sistema escolar. Estas zonas incluyen a aquellos que abandonan los estudios al principio de la educación primaria, aquellos que continúan pero tienen un bajo rendimiento y aquellos que repiten curso sin éxito y se convierten en estudiantes mayores que abandonan sus estudios desanimados tras años de esfuerzos e inversiones sin frutos.
¿Qué significa para el programa post 2015?
Hay varias demandas que deben ser presentadas en foros nacionales y por la voz colectiva internacional de docentes.
- Se necesitan más recursos para financiar las contribuciones y procesos de calidad que dan sentido a los objetivos relativos al acceso universal a la enseñanza primaria y secundaria. Se deben establecer objetivos de acceso a 12 años de educación de calidad que pueda impulsar el desarrollo social y económico.
- La asignación de recursos adecuados para respaldar el aprendizaje no es negociable. Los/las docentes deben disponer del apoyo y los recursos necesarios para permitirles ofrecer una educación de una calidad cada vez mayor.
- Las instituciones a través de las cuales se imparte la educación deben fortalecerse; esto incluye escuelas dirigidas y administradas de manera eficaz y equipos administrativos competentes responsables de apoyar a las escuelas.
Los retos a los que se enfrentan los/las docentes que trabajan en países en vías de desarrollo son en el fondo similares a los de los/las docentes de todo el mundo: cómo conectar con la mente curiosa de cada niño/a, adoptar medidas profesionales que fomenten las preguntas, potenciar la autoestima y profundizar el discernimiento moral. La solidaridad entre asociaciones de docentes organizadas internacionalmente, con la Internacional de la Educación, demostrará que por muy ‘exóticos’ y aislados que sean los lugares, la humanidad esencial presente en la enseñanza y el aprendizaje es un elemento común. Los problemas a los que nos enfrentamos no son individuales. Las soluciones a problemas relacionados con las clases y el sistema se pueden compartir.
Si el programa post 2015 se puede centrar en apoyar a los/las docentes como trabajadores/as valiosos/as de primera línea en la batalla por el desarrollo, quizás entonces la educación de calidad para todos/as desencadene los procesos necesarios para reducir la pobreza y la desigualdad y capacitar a los/las ciudadanos/as.
Docentes en primera línea del desarrollo
Los/las propios/as docentes son los que asumen la carga social y educativa que acarrean la pobreza y la falta de recursos de aprendizaje al sentar la base para el desarrollo individual y nacional. A menudo los/las docentes trabajan en condiciones que les obligan a hacer esta contribución sin tener los recursos o el apoyo necesarios para alcanzar sus metas educativas personales para poder responder a las aspiraciones de las comunidades para las que trabajan. El compromiso de un/a docente de prestar un servicio le confiere una condición especial como líder de la comunidad y persona cuya situación educativa privilegiada da acceso a un mundo de información del que se ha privado a las personas que no tienen acceso a los símbolos escritos. Sin embargo, en muchos países esto los convierte en un blanco de regímenes represivos que los amenazan con violencia.
La posición de los/las docentes en el contexto del subdesarrollo y sistemas educativos empobrecidos requiere que ejerzan un liderazgo moral a la hora de propugnar recursos que las comunidades necesitan para que sus niños/as y adultos disfruten verdaderamente del derecho a la educación. Esta generación de docentes debe actuar para cambiar las reglas del juego para las próximas generaciones; para ello, debe garantizar que la educación rompa el círculo de la pobreza y la marginación y que el potencial de la educación de ser una herramienta de cambio social se materialice. Los/las docentes deben asumir el liderazgo a través de sus organizaciones para un cambio educativo significativo y sostenido.