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Igualdad de género

Photo: This is Engineering
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#RatificarC190 «Violencias contra las mujeres: un ejemplo en el sector de la investigación pública de Francia», por Dina Bacalexi y Bruno Pouvelle.

publicado 27 noviembre 2019 actualizado 11 enero 2023
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En el día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, 25 de noviembre, pedimos a los gobiernos que ratifiquen de inmediato el Convenio 190 de la OIT sobre la violencia y el acoso en el mundo del trabajo. Este Convenio es el resultado de más de 10 años de movilización y activismo por parte del movimiento sindical internacional. Durante los 16 días de activismo para Acabar con la Violencia de Género (25 de noviembre - 10 de diciembre), sindicalistas docentes involucradas en la erradicación de la violencia dentro y alrededor de los entornos educativos comparten sus historias en primera persona. La siguiente historia es una de esta seria.

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En el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS, por sus siglas en francés al igual que el resto de instituciones que se mencionan), el organismo de investigación pública más importante de Francia, el 43 % del personal son mujeres, pero el 65 % de los técnicos son técnicas. Por su posición en la jerarquía, las mujeres a menudo corren el riesgo de ser víctimas de acoso laboral y sexual. Durante mucho tiempo, estos asuntos casi no se tenían en cuenta en las deliberaciones de los sindicatos ni en sus acciones. La investigación científica y la universidad se consideran entornos justos e igualitarios: estamos empezando a ser conscientes de que las relaciones de dominio causan estragos en ambos ámbitos, al igual que la competitividad, que sustituye a la cooperación y la solidaridad.

Esta historia empieza en 2006, antes del potente movimiento #MeToo, en un importante laboratorio de investigación sobre enfermedades infecciosas y tropicales. Famoso por la calidad de su trabajo, este laboratorio[1] atraía a profesionales y estudiantes de todo el mundo. El director del laboratorio era un hombre de prestigio, enérgico y autoritario. Nada debía enturbiar los magníficos resultados de su laboratorio.

Tras licenciarse en Ingeniería en un país del Magreb, Aïda[2] llega en calidad de becaria, para después realizar su tesis y finalmente trabajar como ingeniera. En un equipo dirigido por el profesor M.[3], Aïda responde directamente ante Élie, director de investigación despótico que quiere imponer su autoridad sobre la recién llegada denigrando su trabajo o haciendo «bromas» racistas. A continuación surgen las propuestas y los gestos de carácter sexual, sobre todo después de que Élie se convierta en codirector del equipo en 2013.

En 2015 se incorpora Emma que sufre las mismas humillaciones y el mismo acoso sexual que Aïda, con la cual tiene prohibido trabajar: el acosador quiere aislar a sus víctimas. Sin embargo, el profesor M., que es testigo de una escena impactante, pone en contacto a las dos jóvenes investigadoras, recaba sus testimonios y recurre al director del laboratorio y al decano de la Facultad de Medicina de la universidad. Este último no hace nada. El director del laboratorio se conforma con cambiar de despacho a las personas implicadas y con prohibir que Élie hable con Aïda y Emma.

En el verano de 2016, Bruno, militante de nuestro sindicato, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Investigación Científica (SNTRS-CGT, que pertenece a la Confederación General del Trabajo, la organización gremial más importante de la función pública francesa), e ingeniero de investigación en ese laboratorio, descubre lo sucedido. Pero, como las víctimas se niegan a hacer público su calvario, Bruno no sabe quiénes son y no puede hacer nada para defenderlas.

En 2017 Bruno pasa a formar parte del Comité Nacional de Investigación Científica (CoNRS), el principal organismo de evaluación de la investigación francesa. Otro militante del SNTRS-CGT es elegido miembro de la comisión especializada (CSS) del INSERM. El CoNRS y la CSS tienen la responsabilidad de realizar una evaluación del laboratorio, que previamente se había sometido a una evaluación «externa» del Alto Consejo para la Evaluación de la Enseñanza Superior y la Investigación (Hcéres). Lamentablemente, el Hcéres no siempre acepta la participación de los representantes sindicales. Sin embargo, elabora el primer informe de evaluación, que influye sobre los otros dos. La evaluación científica debe tener en cuenta las condiciones de trabajo, por lo que Bruno y algunos compañeros tratan de alertar al Hcéres sobre la gestión agresiva, las injusticias (como impedir a los ingenieros que firmen los artículos creados a partir de su trabajo) y el ambiente negativo. Nada de esto se incluyó en el primer informe. No obstante, sus comentarios llegaron al director del laboratorio, que denuncia públicamente su «actitud negativa y peligrosa».

Decididos a actuar, nuestros militantes junto con otros representantes sindicales de los organismos de evaluación recaban testimonios anónimos impactantes. Esto, sumado a un dictamen científico con resultados encontrados, hace que la unidad pierda la certificación del CNRS y del INSERM, lo que supone un duro golpe para su reputación y su futuro.

No obstante, a fin de llevar el asunto ante la comisión disciplinaria del CNRS y de exigir la expulsión de Élie, hicieron falta nuevos esfuerzos coordinados de nuestros dos militantes, de sindicalistas de la universidad y de la secretaria general de nuestro sindicato que intervino ante el gabinete de la ministra de Educación Superior e Investigación. Transcurrido un mes de la evaluación, doce personas envían una carta solicitando ayuda a la dirección del CNRS, del INSERM, del IRD y de la universidad. Dado que Aïda no quiere que se aluda al acoso sexual, denunciamos «actitudes inapropiadas» y «acoso laboral». El efecto de esta carta fue explosivo. Llegó a escandalizar al presidente del INSERM, que desaconsejó que el presidente de la República Francesa realizase una visita oficial con la que debería inaugurar las nuevas instalaciones del laboratorio. Muy enfadado, el gran director publicó artículos y entrevistas en la prensa local: «La investigación es como una carrera de caballos» (¿serían Aïda y Emma caballos «perdedores»?); «es un deporte de alto nivel».

Pero la maquinaria ya está en marcha: se concierta una visita de las cuatro comisiones de higiene, seguridad y condiciones de trabajo (CHSCT) de los organismos que supervisan el laboratorio. Se organiza una reunión entre los responsables sindicales y los firmantes de la carta en la que, por primera vez, Aïda habla de acoso sexual. Los denunciantes deben soportar las difamaciones vergonzosas que el director difunde en su contra y conseguir el testimonio de las víctimas y que los hechos se determinen de forma oficial. Durante los tres largos meses previos a la visita de las comisiones de higiene, seguridad y condiciones de trabajo, se ejerce una enorme presión sobre los denunciantes que solo aguantan gracias al apoyo del sindicato. Como represalia, el director consigue que se traslade a los denunciantes más expuestos, entre los que se encuentra Bruno, pero no puede impedir que se reúna, acompañado de los responsables sindicales locales, con el presidente de la universidad, al que pone al corriente de los abusos sexuales.

Tras la visita de las comisiones de higiene, seguridad y condiciones de trabajo, se celebra una reunión a puerta cerrada en la que participan Aïda, Emma, la directora general de Servicios Universitarios y la psicóloga de la universidad, Bruno y otro representante electo. ¡Las víctimas testifican! «Esto podría haberle sucedido a mi hija», dice la directora de Servicios Universitarios.

Transcurren dos meses. Emma está preocupada por la financiación de su tesis, ya que se entera de que el director está furioso por su testimonio. Este lo niega: «No se hará nada antes de que la justicia reconozca la culpabilidad de Élie», declaración ambigua que denota que Élie sigue contando con el beneplácito del director. Hay que aguantar. Para eso está el sindicato. Aïda y Emma solicitan la protección de la universidad y ayuda económica para los gastos judiciales porque el asunto se dirimirá también en los tribunales. Finalmente, la cobertura de los gastos no se corresponderá en absoluto con la magnitud de sus necesidades.

Las comisiones de higiene, seguridad y condiciones de trabajo presentan su informe. La prensa se hace eco del escándalo. El director, que ha encubierto el asunto, ya no puede ocultarse tras su «excelencia» y su larga lista de publicaciones de prestigio mundial. Dos mujeres y la acción de unos sindicalistas comprometidos han sido más fuertes.

El CNRS convoca la comisión disciplinaria contra Élie. Se solicita a Aïda y Emma que testifiquen. Nuestro sindicato exige la presencia de un doctor, ya que una de ellas parece que podría desmayarse, pero no aparece ninguno. Una de ellas se desmaya y los bomberos tienen que intervenir para socorrerla.

Con ocasión de la comisión disciplinaria, señalamos, y denunciamos, el mal funcionamiento del sistema: el acosador, en calidad de «acusado», tiene derecho a asistir con su abogado, mientras que las mujeres acosadas, en calidad de «testigos», no tienen ese derecho. Aïda y Emma se enfrentaron solas a la comisión. Por suerte, el testimonio del profesor M., su anterior supervisor, influyó en el proceso. El CNRS despide a Élie. Sin embargo, este presenta un recurso y la decisión de la comisión se anula. Nuestro sindicato y el CNRS presentan un recurso ante el Consejo de Estado, la máxima autoridad francesa. Su decisión es definitiva: se destituye a Élie. Durante este periodo, el director denuncia la publicidad negativa de la que ha sido objeto su laboratorio: «Se ha dicho que conmigo aquello era un prostíbulo».

A la hora de enfrentarse a la depresión, de buscar un futuro profesional y el equilibrio personal, requerir a la universidad el pago de los honorarios de los abogados y vigilar que el asunto, en la actualidad ante la justicia penal, no caiga en el olvido, nuestros militantes siguen asistiendo a Aïda y Emma, que intentan superar estos hechos. Esperamos que estas circunstancias no las marquen de por vida. Nuestra secretaria general recuerda ese día en el que sostuvo la mano de dos investigadoras hasta que entraron en la sala donde se celebraba la comisión.

Este es el primer caso de abusos sexuales al que nos hemos enfrentado dentro de nuestras actividades sindicales. La CGT está a la vanguardia en este ámbito, pero los militantes de base, en especial en el mundo académico, carecen de formación específica: fue necesario adaptarse, aplicar a la vez nuestros conocimientos como activistas y nuestra humanidad. Mediante un despliegue sindical sobre el terreno, se contempla la posibilidad de formar mejor a nuestros miembros sobre las particularidades de los riesgos de acoso sexual, que no deben incluirse en los «riesgos psicológicos» en general. También pensamos que es necesario reconocer la existencia de este tipo de asuntos en el ámbito académico, ya que no es inmune a estas circunstancias. Tenemos la suerte de que nuestros miembros, en especial los hombres, son sensibles a estos asuntos y de que ya existen campañas de la CGT, que sin duda están más adaptadas al sector privado, pero que pueden ser la base sobre la que se formen nuestros propios militantes. También podría ser útil realizar una labor intersindical con socios que compartan nuestras ideas y valores.

El éxito conseguido en este asunto en concreto se debe a la perseverancia de Bruno y de sus compañeros, a la movilización de los representantes sindicales que forman parte del CNRS, el INSERM y la universidad y al vínculo que hemos establecido entre la calidad de la investigación y el bienestar y las condiciones laborales de los interesados, de lo que nos sentimos orgullosos.

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El 25 de noviembre de cada año es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Aun hoy, al final del segundo decenio del siglo XXI, el mundo dedica un dia a llamar la atención en el hecho de que la violencia basada en el género, especialmente la violencia experimentada por las mujeres y las niñas, sigue siendo muy frecuente en nuestras sociedades. Las estimaciones mundiales muestran que hasta un 35% de las mujeres han sufrido violencia física y/o violencia sexual por parte de su pareja o violencia sexual por parte de personas que no son su pareja durante su vida.

En los últimos años, la magnitud de la violencia, el abuso y el acoso a los que se enfrentan las mujeres en todos los ámbitos de la vida, en particular en entornos laborales de diferentes sectores, se ha puesto de manifiesto a través de las movilizaciones mundiales de supervivientes y activistas que se han hecho visibles en campañas como #NiunaMenos, #MeToo, , أنا_كمان#, #BalanceTonPorc y #TimesUp. Hasta junio de este año, no existía ningún instrumento internacional que abarcara el alcance de la violencia, el abuso y el acoso en el lugar de trabajo. Tras 10 años de movilización y activismo, el movimiento sindical mundial celebró la adopción de un Convenio histórico de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el año de su centenario.

El Convenio 190 (C190) y la Recomendación 206(R206) adjunta, sobre la violencia y el acoso en el mundo del trabajo es una norma mínima mundial sin precedentes para abordar la violencia y el acoso en la vida laboral. El C190 define la violencia y el acoso como una serie de comportamientos y prácticas inaceptables o amenazas ya sean físicas, psicológicas, sexuales o económicas (Artículo 1a). El Convenio reconoce y define específicamente la violencia y el acoso basados en el género (Artículo 1b), y se aplica tanto al sector formal como al informal, en zonas urbanas y rurales y a todos los sectores. Todos los y las trabajadoras, independientemente de su situación, están protegidas por el C190: trabajadores por contrato, solicitantes de empleo, aprendices, pasantes, aprendices y personas  voluntarias, empleadores y trabajadores cuya relación laboral ha sido rescindida (Artículo 2). Es significativo que, al referirse al "mundo del trabajo", el C190 reconozca que el "trabajo" no se produce únicamente en un "lugar de trabajo" físico; por lo tanto, la protección se extiende a trabajadoras y trabajadores víctimas del ciberacoso y a las situaciones relacionadas con el trabajo, incluidos viajes, las actividades sociales relacionadas con el trabajo (Artículo 3). La violencia y el acoso por parte de terceros, incluidas clientes, clientes, pacientes o miembros del público, también están cubiertos por el C190 (artículo 4). La Convención defiende el principio de "no dejar a nadie atrás" al afirmar que las trabajadoras y personas de grupos vulnerables que estan afectados de manera desproporcionada a ser objeto de violencia y acoso en el mundo del trabajo deben estar protegidas por leyes, reglamentos y políticas que garanticen el derecho a la igualdad y la no discriminación en el empleo y la ocupación (Artículo 6).

La promesa del C190 para el profesorado y el personal de apoyo a la educación es doble: aborda tanto la violación del derecho de todo estudiante a una educación de calidad como el derecho de las y los trabajadores de la educación a un entorno de trabajo decente y seguro. La Internacional de la Educación y sus organizaciones miembros han estado trabajando para erradicar la violencia dentro y alrededor de los entornos educativos, especialmente en varios países africanos desde 2016.

Durante los 16 Días de Activismo para Acabar con la Violencia de Género, que se extienden hasta el Día Internacional de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre, presentaremos una serie de historias escritas por sindicalistas de la educación  involucradas en este trabajo; sus historias revelan de manera conmovedora el rostro humano y el costo de la violencia y el acoso en los entornos educativos desde la perspectiva del  estudiantado y el profesorado por igual. Las historias también muestran el impacto positivo que la acción de los sindicatos de la educación puede tener en la lucha para poner fin a la violencia de género y al acoso dentro y alrededor de los entornos educativos.

[1] Tras los hechos acaecidos, este laboratorio que operaba bajo la supervisión del CNRS, la universidad, el Instituto de Salud e Investigaciones Médicas (INSERM) y el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) ya no existe.

[2] Los nombres de todas las personas implicadas en la historia son ficticios.

[3] En un laboratorio de investigación, hay varios equipos o grupos dirigidos por personas diferentes sujetos a la autoridad del director del laboratorio.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.