Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo 2020: llorar a los muertos y luchar por los vivos
El Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, que siempre se celebra el 28 de abril, tiene su origen en una efemérides nacional celebrada en Norteamérica desde 1989. Se convirtió en día internacional en 1996 para llorar a quienes habían muerto en el desempeño de su trabajo y con el fin de luchar por los vivos. Ahora se celebra en todos los continentes.
En esta fecha, la IE llora a todos los trabajadores fallecidos en el ejercicio de su deber, especialmente a los de la educación. También se compromete a luchar por su salud y supervivencia, tanto ahora como en el futuro.
La COVID-19 es una pandemia letal a gran escala. Se trata de un riesgo sanitario y de seguridad para aquellos que están en contacto con otros, entre ellos muchos trabajadores de la educación. Algunas muertes podían haber sido evitadas con las medidas preventivas y de protección adecuadas.
Aunque por el momento muchos docentes se encuentran de baja o teletrabajando en nuestros sectores, la situación cambiará cuando se reabran los centros escolares. Muchos países han anunciado ya las fechas en que retomarán la actividad. Con esta reapertura, al peligro sanitario actual al que todos nos enfrentamos se sumará la exposición en el lugar de trabajo. Esto supone un gran riesgo, quizá el mayor de todos.
La COVID-19 y otras enfermedades infecciosas contraídas en el trabajo deberían estar reconocidas y abordarse de la misma manera que otras enfermedades laborales, con las consiguientes compensaciones.
Cada situación es distinta. En los países que han realizado grandes avances y cuentan con suficientes test y dispositivos de protección, la reapertura podría ser relativamente segura. Sin embargo, incluso en esas situaciones, existe el riesgo de desencadenar una segunda oleada.Independientemente de las circunstancias, y aunque cada vez contamos con más información, lo verdaderamente importante no es lo que sabemos del virus, sino lo que aún desconocemos. Un motivo más para que la reapertura se produzca de manera metódica y cuidadosa.
Las medidas de distancia social, un elemento crucial en la batalla contra la COVID-19, serán difíciles de aplicar en las escuelas en el mejor de los casos, pero en ocasiones resultará imposible. En muchas escuelas, los pasillos y escaleras resultaban estrechos ante la afluencia de estudiantes incluso antes de la pandemia.
En el caso de los niños pequeños, la distancia social es un comportamiento extraño y difícil de entender. También a los estudiantes de más edad les podría resultar complicado, no solo por falta de espacio, sino por el ajetreo normal del día a día: ir de una clase a otra, salir a comer o marcharse a casa al final del día. Esto significa que las medidas de distancia social requerirán de cambios logísticos y culturales.
Para que la reapertura de las escuelas sea lo más segura posible, deben tenerse en cuenta una serie de factores, como un descenso significativo en el nivel de riesgo general, la disponibilidad generalizada de test y controles, la posibilidad de desinfectarse frecuentemente y de usar dispositivos de protección o la modificación de ciertas medidas y factores físicos, como las clases por turnos y con números reducidos de estudiantes. Estas medidas resultarán particularmente difíciles de aplicar en países con sistemas sanitarios débiles y menor capacidad de brindar ese nivel de protección.
Los trabajadores de la educación, especialmente los docentes, suelen ser mayores que la población general porque en los últimos años ha resultado difícil reclutar profesores jóvenes. Eso significa que son especialmente vulnerables a la infección. No debería exigirse al personal educativo que retome la actividad, sobre todo si pertenece a grupos de riesgo. En su lugar, deberían poder trabajar desde casa o buscar otras soluciones.
El estrés laboral se ha convertido en un gran problema para los docentes de muchos países, tal y como se describe en el reciente informe TALIS, de la OCDE.
Durante la reapertura de las escuelas, y quizá en los meses siguientes, el miedo al contagio se sumará a los factores de estrés ya existentes.
Algunos países que ya prevén la reapertura han negociado o debatido los pormenores de la protección de la salud y la seguridad en el trabajo con los sindicatos de la enseñanza. A menudo, estos países cuentan con una larga tradición de diálogo social y son los mismos que ya abrieron el debate al cerrar las escuelas.
Sin embargo, el estudio de la IE sobre la COVID-19 entre sus organizaciones miembros revela que los gobiernos que hicieron lo correcto en ese momento fueron la excepción. Las decisiones relativas a la reapertura no son ni urgentes ni repentinas: están planificadas. Los sindicatos deberían participar activamente en la planificación y la toma de decisiones relativas a la reapertura.
El secretario general de la Internacional de la Educación declaró que “para un número creciente de trabajadores de la educación y otros sectores, el lugar de trabajo se convertirá en la principal fuente de riesgo de contraer la COVID-19. No hay excusa para no contar con los representantes de los trabajadores, los sindicatos, en las decisiones relativas a la reapertura y a la supervisión continua de su salud y su seguridad en el trabajo. La salud y la vida de los trabajadores están en juego”.
“La reapertura de los centros educativos puede suponer un enorme riesgo para los docentes y otros trabajadores de la educación. Todas las escuelas deberían reducir al máximo estos riesgos mediante la puesta en marcha de buenas prácticas con fundamentos científicos, no políticos, derivadas de la cooperación y el diálogo social”.
“Es posible que la COVID-19 sea un desastre natural —indicó—, pero no evitar contagios y muertes es un error humano. En este año aciago, el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo es una manera de reconocer a quienes ya se han sacrificado, pero también de trazar una ruta hacia la confianza y la esperanza que deje ver luz al final del túnel”.
La declaración del Consejo de Global Unions sobre el reconocimiento de la COVID-19 como enfermedad profesional está disponible aquí.