“¿Qué pasará en las escuelas después del coronavirus? Cinco grandes desafíos y oportunidades”, por Andy Hargreaves.
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Sin escuela ni exámenes, más aprendizaje en línea y los padres confinados en casa con sus hijos e hijas a causa de la COVID-19. ¡Qué desastre! La población está respondiendo heroicamente. Algunos padres trabajan desde casa, otros han perdido su empleo y los docentes están creando una forma totalmente nueva de trabajar, por no hablar de los propios niños y niñas, encerrados sin sus amistades. De alguna forma lograremos superar esta situación. ¿Cómo será todo cuando vuelvan a abrir las escuelas?
Uno de los proyectos de mi universidad conecta y brinda apoyo a líderes educativos de seis países y dos provincias canadienses a fin de promover los valores humanitarios como parte de sus respuestas a la COVID-19.
Sobre la base de la comunicación con estos líderes y de los conocimientos especializados en liderazgo nacional y cambio a gran escala que posee el equipo de mi proyecto, presento a continuación cinco desafíos y oportunidades importantes y persistentes que prevemos que surgirán cuando se reabran las escuelas.
Necesidad de un apoyo adicional para el alumnado
Será necesario un mayor apoyo para el alumnado con mayores problemas de aprendizaje y para los niños y niñas en situación más vulnerable para que vuelvan a la normalidad y se pongan al mismo nivel que el resto de compañeros.
Tras semanas o meses en casa, el alumnado habrá perdido el apoyo presencial de sus docentes. Muchas personas jóvenes habrán experimentado pobreza y estrés. Pueden que hayan visto a miembros de su familia enfermar o sufrir peor suerte. Pueden que hayan tenido pocas ocasiones de jugar fuera de casa.
Las tasas de violencia doméstica y los conflictos por acuerdos relativos a la custodia han ido en aumento durante la pandemia de la COVID-19.
Muchos niños y niñas habrán perdido los hábitos que les enseñan en la escuela: sentarse en círculo, esperar su turno, escuchar y cooperar. Bastantes mostrarán signos de estrés postraumático.
Muchos habrán pasado horas mirando la pantalla de un teléfono inteligente o jugando a videojuegos.
Aunque es posible que los gobiernos estén planeando medidas de austeridad en el futuro, en realidad necesitaremos más recursos. Nos harán falta asesores, especialistas en salud mental y docentes de apoyo para ayudar a nuestro alumnado con mayores problemas de aprendizaje, así como a los niños y niñas en situación más vulnerable, a volver a la normalidad y a ponerse al mismo nivel que el resto de compañeros.
Se deberá priorizar el bienestar
El bienestar dejará de considerarse un capricho. Antes de la crisis, se murmuraba que el bienestar del alumnado era una distracción del aprendizaje básico apropiado. Esto va a cambiar.
Ha quedado claro que a muchos jóvenes les resulta difícil estar bien y concentrados sin el apoyo y el cuidado de sus docentes. Es necesario entender que el bienestar no es una alternativa al éxito. Es una condición previa esencial para el éxito, especialmente entre nuestros niños y niñas más vulnerables.
Un mayor agradecimiento a los docentes
Los docentes son algunos de los héroes olvidados de la COVID-19: preparan recursos y guías para el aprendizaje a distancia, entregan material escolar en cajas de plástico y están en contacto con los niños y niñas y sus padres para asegurarse de que estén bien, incluso cuando muchos de ellos también tienen a sus propios hijos e hijas en casa.
Los padres están empezando a apreciar rápidamente todo lo que hacen los docentes.
La situación ya es bastante dura cuando los padres tienen a dos o tres niños y niñas en casa todo el día. Muchos seguramente se darán cuenta de lo difícil que debe de ser tener a 25 o 30, o incluso más, en un aula. Una vez que el mundo del trabajo recupere un grado de normalidad, apreciaremos más a nuestros trabajadores y trabajadoras esenciales. Y los docentes estarán entre ellos.
Aptitudes y formación profesionales
La dignidad y la importancia de la enseñanza, las aptitudes y la formación profesionales se reflejarán en lo que enseñemos.
La pandemia ha expuesto la vulnerabilidad de la economía mundial al colapso de los suministros esenciales.
Por consiguiente, será preciso impulsar las aptitudes y la formación profesionales y otorgar un mayor valor a las escuelas y los programas que las imparten.
Ha quedado claro el grado en que dependemos de todos los trabajadores esenciales, como los cuidadores a domicilio, los trabajadores de la construcción y el personal del comercio minorista que nos atiende detrás de pantallas de plexiglás, así como se ha hecho evidente la necesidad de valorarlos. Mi madre, que se quedó viuda, crio a tres niños mientras limpiaba casas, trabajaba en tiendas locales y cuidaba de los hijos e hijas de otras personas. Su trabajo estaba lejos de estar poco cualificado.
Aunque nadie se acaba de poner de acuerdo en cuanto a lo que significa ser de “clase trabajadora”, lo que queda claro es que abarca sectores de trabajo, niveles salariales y una acumulación generacional de capitalcultural y social, actitudes y gustos.
Cuando la economía normal vuelva a arrancar, algunas personas volverán a estar orgullosas de considerarse parte de la clase trabajadora e insistirán en la satisfacción financiera y en un reconocimiento más amplio que acompaña a esta clase.
Esto también implica replantearse la economía de plataformas y su impacto en la vida de las personas, así como el tipo de aprendizaje que contribuye a que las personas sobrevivan a cambios turbulentos, gocen de movilidad y construyan vidas plenas.
Más y menos tecnología para la educación
Durante la pandemia de la COVID-19, ha resultado muy problemático encontrar tecnología para el aprendizaje en casa. Sin embargo, en nuestra red del proyecto ARC Education, el viceministro de Educación de una provincia nos informó de que más del 30% del alumnado no contaba con acceso a Internet ni dispositivos digitales en casa.
A medida que la situación económica empeora, es posible que las familias al borde de la pobreza también tengan que elegir entre mantener los servicios de Internet o poner comida en la mesa.
Uruguay, uno de los países de nuestro proyecto, creó un organismo gubernamental independiente de innovación en 2007. Cada niño recibió un dispositivo personal y conexión a Internet. Esto contribuyó a que más de un tercio de las escuelas del país desarrollaran proyectos en los que se prioriza la innovación y un aprendizaje más profundo, no solo la tecnología.
En esta pandemia, la tecnología ha complementado a la enseñanza y a los docentes, pero no los ha sustituido. Durante la primera semana de cierre de las escuelas en Uruguay, la utilización de la plataforma del organismo aumentó en un 1100%.
Por otro lado, también habrá menos tecnología. Necesitamos, sin duda, mejores recursos digitales. Sin embargo, cualquiera que pensara que el aprendizaje en línea podía reemplazar a los docentes habrá desechado rápidamente la idea, especialmente los padres encerrados en casa con niños y niñas que no pueden concentrarse o autocontrolarse.
En estos momentos atravesamos un largo y oscuro túnel. Cuando salgamos, nuestro reto será no continuar exactamente igual que antes, sino reflexionar profundamente sobre lo que hemos experimentado y mejorar drásticamente la educación y la sociedad.
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Nota: Con permiso del autor, el presente artículo se adaptó de “What’s Next for Schools after Coronavirus: Here Are 5 Big Issues and Opportunities”, artículo publicado el 16 de abril de 2020 en The Conversation. Enlace: https://theconversation.com/whats-next-for-schools-after-coronavirus-here-are-5-big-issues-and-opportunities-135004
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.