“Aprovechar la experiencia con la epidemia del ébola para combatir el coronavirus en África”, por Kadiatou Bah y Salifou Camara.
Suscríbase
Subscríbase al boletín de Mundos de la Educación.
Suscríbase
Subscríbase al boletín de Mundos de la Educación.
Gracias por subscribirse
Algo salió mal
Los guineanos aprendimos la lección con el virus del Ébola, que acabó con la vida de más de 2500 personas en nuestro país. Guinea ignoró en cierta medida la enfermedad cuando se dieron los primeros casos en 2013 en una región forestal a aproximadamente 900 km de la capital. Las primeras víctimas no fueron confinadas, lo que favoreció el contagio antes de que se desarrollara una estrategia eficaz para erradicar la epidemia.
Armados con esta experiencia, tomamos medidas desde los primeros casos de la COVID-19. La Agence Nationale de Sécurité Sanitaire (ANSS) ha puesto en marcha muy rápidamente el mismo dispositivo que se utilizó durante la epidemia del ébola. Se han entregado kits sanitarios a las escuelas para colocarlos a la entrada de cada aula, que consisten en pequeños cubos con grifos con una mezcla de agua limpia y lejía para que los niños se laven las manos. Los kits también están disponibles en hogares, mercados y algunas oficinas. También se ha facilitado la adquisición de termómetros Thermoflash en las escuelas, incluso en aquellas situadas en lugares remotos del interior del país. Estos termómetros son sumamente útiles, porque permiten tomar la temperatura sin entrar en contacto con la persona.
El 20 de marzo de 2020 se cerraron los centros escolares, seguidos de las mezquitas y las iglesias. El Estado trazó un cortafuegos y prohibió rápidamente los desplazamientos desde la capital a otras regiones. Todos los cursos y reuniones fueron aplazados o cancelados. En cuanto al sector público, se fijaron unos servicios mínimos para cubrir las necesidades más apremiantes.
En lo relativo a la educación, era urgente formar a los docentes sobre la COVID-19, tal y como hicieron los sindicatos de la educación durante la crisis del ébola en 2014-2015. En aquel momento, el programa PANAF [1] nos sirvió para formar a los formadores de docentes sobre la enfermedad del Ébola. Durante el período en que las escuelas permanecieron cerradas, los docentes de todo el país recibieron una formación para que la información que dieran a sus alumnos al retomar las clases fuera correcta. Esta formación se impartió en grupos de estudio de diez personas como máximo. Quienes habían asistido a estos grupos podían a su vez transmitir la información a otros. Durante la reapertura de las escuelas, todos los profesores de primaria y secundaria pudieron explicar exactamente en qué consistía la epidemia del ébola y las medidas que debían adoptarse para prevenirla.
Nosotros propusimos al gobierno guineano aplicar la misma estrategia en el caso de la COVID-19: recurrir a nuestros formadores e incluso reforzarlos, porque deseamos llegar más lejos que durante la crisis del ébola. Nuestro objetivo es sensibilizar a la población que trabaja en la economía informal para que no contribuya a una subida de los precios de los productos alimentarios como consecuencia del cierre de fronteras, ya que cuando bajan las reservas, los pequeños comerciantes tienden a subir los precios, al tiempo que los ingresos de la gente disminuyen como consecuencia de la crisis. Por ejemplo, podemos organizar acciones de concienciación desde programas de radio locales, que son la mejor herramienta para llegar a la población. Puesto que el 60% de la población es analfabeta, los docentes desempeñan el importantísimo papel de informar a la gente.
También hemos propuesto que se reajuste el calendario escolar cuando abran las escuelas a medida que avanza el programa. Durante la epidemia del ébola se siguió la propuesta de los sindicatos de la educación de reducir los tres meses de vacaciones a unas semanas, con el objetivo de que los alumnos pudieran asistir a clases de recuperación y mantener el nivel.
La experiencia nos demuestra que este tipo de pandemias tiene consecuencias que van mucho más allá del ámbito sanitario. En la región de Alta Guinea, algunos niños no volvieron a la escuela cuando se retomaron las clases tras una interrupción de varios meses provocada por el ébola. Tampoco había clases a distancia. Estos niños comenzaron a acudir a zonas de lavado de oro para ganar algo de dinero. Se acostumbraron a tener ciertos ingresos y no volvieron a pisar las aulas. Con la pandemia de la COVID-19 nos arriesgamos a que se dé una nueva oleada de abandono escolar y de trabajo infantil cuando los centros escolares reabran sus puertas.
[1] El PANAF es un programa de cooperación sindical, integrado por un sindicato africano (Organisation Régionale Africaine de la Confédération Syndicale Internationale et Organisation de l’Unité Syndicale Africaine – OUSA), uno belga (FGTB), dos suecos (LO y TCO) y uno brasileño (CUT), que lleva a cabo un proyecto de refuerzo de las capacidades mediante grupos de estudio.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.