“La tecnología educativa, el bien público y la democracia”, por David Edwards.
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La pandemia de la COVID-19 ha traído muerte y desesperación. Pero también ha hecho que nuestra visión se agudice. Hemos observado con mayor claridad los peligros y las tendencias que amenazaban la salud de nuestra sociedad. En determinados ámbitos, como la desigualdad, se trata de algo evidente para todos. En otros, sin embargo, los riesgos están parcialmente ocultos, como es el caso de la creciente influencia del sector privado y las tecnologías avanzadas, e incluso intrusivas, en la educación, y también en la sociedad en general.
El año pasado, la Internacional de la Educación encargó y publicó una investigación sobre la interrelación entre la influencia del sector privado en la educación y el despliegue de tecnologías de enseñanza y aprendizaje a distancia. Los estudios, realizados por Ben Williamson y Anna Hogan, se titulan Mercantilización y privatización en y de la educación en el contexto de la COVID-19 y Pandemia y privatización en la educación superior: tecnologías de la educación y reforma de la universidad(en inglés).
Ambos estudios muestran el modo en que la pandemia y la dependencia de la enseñanza a distancia han amplificado el papel de las empresas privadas en la educación, desde los Googles de este mundo hasta las startups. Sin embargo, esta extensa investigación tuvo sus limitaciones. Gran parte de la información es opaca debido a las protecciones de la propiedad intelectual y a otras cuestiones competitivas.
Muchas empresas facilitaron nuevas tecnologías de forma gratuita o a precios muy razonables, una “generosidad” en forma de “muestras gratuitas” que se reflejará positivamente a la larga en los resultados de las empresas.
Asociación público-privada (APP)
Gran parte de la campaña Respuesta Mundial de la IE se ha centrado en las escuelas privadas con fines lucrativos, que a menudo forman parte de empresas multinacionales como Bridge International Academies. Estas corporaciones consideran que la parte del “mercado de la educación” que les corresponde es la gestión de las escuelas financiadas por el Estado. Pese a las incursiones que han realizado en algunos países, su presencia es visible y, con investigación y persistencia, se pueden sacar a la luz sus puntos débiles. Es preciso seguir luchando contra esta amenaza para la educación pública, pero existen peligros adicionales.
La afluencia masiva de empresas privadas de tecnología de la educación en los sistemas de educación pública constituye un enfoque distinto de desarrollo del mercado. Es menos visible que la privatización de escuelas, pero, en cierto modo, más insidiosa. Se trata de una influencia privada, a menudo por parte de empresas internacionales, en el contenido y el enfoque de la educación.
De alguna manera, es mucho más difícil hacer frente a las APP que a la privatización. Si la adaptación de la educación al impacto de la COVID-19 acelera la integración a largo plazo de las empresas de tecnología educativa en la infraestructura de la educación, las repercusiones pueden ser duraderas. Separar lo “bueno” de lo “malo” puede ser un entuerto muy difícil de deshacer.
Cualquier cambio fundamental en la enseñanza y el aprendizaje debe ser el resultado de decisiones conscientes basadas en los valores y la pedagogía. No debe producirse sin más. La tecnología ha de ser una herramienta de la educación, no al revés.
Democracia público-privada
Las escuelas y demás instituciones educativas tienen una larga experiencia con el mundo empresarial. Si hay que construir o reformar una escuela, contratan a empresas de construcción. Si compran alimentos para el comedor escolar, tratan con empresas que los suministran. En la mayoría de los casos no son ellas las que imprimen los libros de texto, ni siquiera en aquellos sistemas escolares que todavía los escriben o aprueban.
Tradicionalmente, las empresas se han beneficiado al proporcionar algo tangible y temporal. En el caso de los gigantes de la tecnología, sus servicios se dirigen al núcleo de la educación, aunque ganen menos dinero con los servicios que con el acceso y el uso de los datos. En las relaciones tradicionales entre escuela y empresa existía una frontera entre el beneficio privado y el bien público. Con los nuevos capitalistas esa frontera se está difuminando.
Hay otro problema con las APP, pese a la popularidad de que gozan entre los políticos. El problema va más allá del hecho de que no suelan resultar económicas ni eficaces. El peligro es más fundamental. Si las decisiones políticas las toma una APP, ¿existe la denominada democracia público-privada?
Las APP tienen el problema intrínseco de que ambas partes de la asociación toman decisiones, pero solo una de ellas tiene un mandato público y está sujeta a unas normas y prácticas democráticas, entre ellas la transparencia. Así que nuestras democracias corren el riesgo de convertirse en democracias a medias.
¿Tendencia o tsunami?
Después de la pandemia, las nuevas tecnologías no van a desaparecer de las escuelas. Sin embargo, como tantas cosas en el mundo post-COVID, urge analizar a través de la experiencia, evaluar el impacto y medir los efectos positivos y negativos. El uso de la tecnología ha de ser una decisión deliberada, no un proceso incuestionable.
Esas decisiones deben basarse en la transparencia y en la información pública, lo cual incluye cuestiones como el papel de la inteligencia artificial, los algoritmos y el uso de datos. Todo ello debe también complementar la educación, no socavarla, además de ser coherente con su misión.
Una tendencia que se haya visto reforzada por la pandemia no tiene por qué conquistarlo todo. No existe un control inevitable de las máquinas sobre los humanos.
De la pandemia se derivan muchas lecciones, como por ejemplo:
- Las personas son animales sociales. Aprenden unos de otros y se benefician de las relaciones en la escuela.
- Salvo raras excepciones, el aislamiento retrasa el aprendizaje, sobre todo en el caso de quienes no disponen de un entorno de aprendizaje propicio en el hogar ni en el vecindario.
- La enseñanza robotizada nunca podrá sustituir la función ni el criterio de los docentes y las docentes profesionales.
- La educación debe formar parte de las comunidades y culturas locales. No debe ser prerrogativa ni propiedad de intereses privados, a menudo globales.
- La crisis de la democracia y la incitación al odio y la intolerancia se han visto fomentadas por algunas de estas empresas. La educación cívica debe ser capaz de contrarrestar la desinformación y el engaño de masas. No puede correr el riesgo de formar parte de esas redes.
- Las escuelas tienen que fomentar el pensamiento crítico e inspirar a la juventud para que esta proteja el planeta y luche por la justicia social. Ambos procesos son prácticos y presenciales.
- Se están debatiendo políticas públicas no solo sobre la concentración de la industria, sino también sobre su función y los peligros que entraña. Se están estudiando medidas para regularla y establecer límites a su influencia, lo cual afectará a la educación.
- El uso de la inteligencia artificial y otros recursos está teniendo un impacto en nuestra forma de trabajar. La IE está examinando estas cuestiones. Todo lo que perjudique a la profesión y al bienestar del profesorado perjudicará a la educación.
Esto no significa que un profesor cualificado o una profesora cualificada deba ser capaz de diseñar algoritmos. Sin embargo, es importante ser consciente de los peligros que existen.
El contexto, las restricciones, el proceso y el marco político de las tecnologías son variables fundamentales que nos incumben a todos, dentro y fuera de la comunidad educativa. Las decisiones que se tomen deben ser claramente beneficiosas para el alumnado y el profesorado. Deben ajustarse al propósito y a la misión de la educación.
Este período de transición tras la pandemia, cuando hay tanto en juego, hace que urja todavía más que el profesorado, a través de sus sindicatos, esté presente cuando se discutan, desarrollen y decidan las políticas.
Los docentes y las docentes y sus organizaciones no solo luchan por una educación de calidad, sino que están a la vanguardia de la lucha por la libertad y la democracia. Debemos reconocer que nuestros esfuerzos, en el aula y fuera de ella, son parte crucial de esa lucha.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.