Discapacidad y enseñanza durante la crisis de la COVID
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Me llamo Julie y soy sordociega. Soy profesora de educación secundaria en el norte de Escocia. Esta ha sido mi experiencia como profesora y sindicalista sordociega durante 16 meses de pandemia de COVID-19.
Tu normalidad no es mi normalidad
Suelo ser la primera persona sordociega que la gente conoce y me muestro muy abierta sobre mi discapacidad con mis colegas y estudiantes. Saben que utilizo audífono y leo los labios, y que presento un caso grave de visión de túnel. Evidentemente, esto afecta la forma en que realizo mi trabajo porque la enseñanza requiere escuchar mucho y una supervisión activa, en particular si enseñas ciencias, como es mi caso.
Mis estudiantes saben que tienen que mirarme cuando hablan y asegurarse de no dejar cosas por el aula con las que pueda tropezar. Cuando hacemos prácticas, me muevo constantemente, compruebo lo que hace cada grupo y retrocedo para tener una visión panorámica de toda la clase. Tengo un mapa mental del aula, así que sé sin necesidad de pensar hacia dónde tengo que hablar y mirar, lo que me permite concentrarme mejor en el alumnado. Si estoy hablando con otra persona o consultando mis libros, ¡saben que tienen que esforzarse más para llamar mi atención! Para garantizar mi seguridad y la de mis estudiantes, evalúo los riesgos en todo mi trabajo práctico y comparto mis clases con otros docentes, lo que me permite dar menos clases prácticas y concentrarme en la teoría mientras que mis colegas imparten este tipo de clase. Aunque me encanta enseñar, me resulta agotador, por lo que ahora trabajo a tiempo parcial.
Llevo 15 años enseñando y he adquirido un buen ritmo y una buena rutina. La pandemia los trastocó.
Cómo la pandemia cambió mi método de enseñanza
Las escuelas escocesas cerraron en marzo de 2020, dos semanas antes de las vacaciones de Semana Santa. La semana en que se anunció, me encontraba en la cama posiblemente con COVID, pero sin poder someterme a las pruebas de detección. Se cancelaron los exámenes y nos dijeron que empezáramos a enseñar desde casa.
De repente, el profesorado y el alumnado tuvimos que pensar en cómo lograr que todo aquello funcionara. Durante los tres meses siguientes, tuve migraña tras migraña, estaba agotada y trataba de animar a mis estudiantes a conectarse y aprender. Tuve que aprender a utilizar programas informáticos nuevos, lo cual fue un proceso largo y difícil a causa de mis problemas de visión. Los estudiantes tenían que intentar conectarse a Internet al mismo tiempo que sus padres y hermanos, a veces con un teléfono móvil y en ocasiones con dispositivos que habían tomado prestados de la escuela porque, ¿cuántas familias tienen acceso a varios ordenadores portátiles sin previo aviso?
El trabajo de evaluación que antes me llevaba una hora ahora me llevaba tres o cuatro. Aprendí a repartir mis tres días de trabajo entre cinco porque me costaba trabajar tres días largos, mientras que podía ir a mi ritmo si distribuía el trabajo en cinco días cortos. Mi superior inmediato me dio todo su apoyo. Aprendí a ser flexible con los plazos para los estudiantes en mis clases y me aseguré de responder a los correos electrónicos lo antes posible. Enviaba memes tontos de gatos a mis alumnos para animarles. Mis estudiantes aprendieron a enviarme su trabajo en formato Word o, si no podían, a sacar fotos de alta calidad de documentos escritos a mano con buena letra. A veces me enviaban memes tontos de gatos. Nos ayudábamos mutuamente.
Después volvimos a la escuela presencial de agosto a diciembre. Había que limpiar los pupitres a lo largo del día y tenía que recordar a los estudiantes que se lavaran las manos y mantuvieran la distancia. Estaba en alerta constantemente porque no sabía si había gente cerca de mí y trataba de garantizar al máximo la seguridad de mis estudiantes. Había que llevar mascarillas y de repente ya no podía leer los labios y tenía problemas para comprender lo que las voces amortiguadas decían. Hacía todo lo posible por entender a mis estudiantes, pero cuando mis oídos no me lo permitían, dejaba pósits en todas las mesas para que me escribieran notas y les invitaba a enviarme un correo electrónico o a reunirse conmigo en un momento más tranquilo para una conversación en privado. Mi aula tuvo que reorganizarse, lo que significó que mi mapa mental de la distribución no era correcto y pasé semanas tropezándome con cosas.
Fue horrible y estresante y lloré varias veces. Una gran parte del impacto en la salud mental tenía que ver con tener que adaptarme a tantos cambios al mismo tiempo con una audición y una visión limitadas. Lo superé porque el director y mis colegas del departamento de ciencias me apoyaron y son personas maravillosas. La vuelta al confinamiento de enero a marzo este año fue mucho más fácil para todo el mundo. Sabíamos qué esperar, así que realicé un ejercicio mental para mejorar mi enseñanza en línea y apoyar mejor a mis estudiantes. Nos enviamos más memes de gatos y a veces mis estudiantes se quedaban al final de las clases para charlar. Volvimos de nuevo a la escuela en abril y esta vez fue más fácil, pero me sentí muy aliviada cuando empezaron las vacaciones de verano.
Activismo en pro de los derechos de las personas con discapacidad durante la pandemia
La pandemia también ha incidido en mi activismo sindical, ya que me ha brindado muchas nuevas oportunidades. Justo antes del confinamiento fui elegida presidenta del Comité de Trabajadores y Trabajadoras con Discapacidad del STUC [1], en representación de mi sindicato, el Educational Institute of Scotland (EIS). Las reuniones se celebraban en línea y tuve que depender de los (terribles) subtítulos. La pandemia hizo que las cuestiones relacionadas con la discapacidad fueran más urgentes en ámbitos específicos, por lo que dediqué mucho tiempo a esas reuniones cuando no estaba impartiendo clase. El objetivo del Comité se centró en las preocupaciones de las personas con discapacidad durante la pandemia de COVID y aumentamos nuestro activismo como comité, en particular presentando nuestras inquietudes directamente al Gobierno escocés. Fue realmente estresante tener que participar en tantas reuniones y hablar con tantas personas nuevas siendo sorda, pero era fundamental que lo hiciera porque nada puede sustituir la experiencia vivida: “nada sobre nosotros sin nosotros”.
En algunos sentidos, el hecho de que la pandemia nos obligara a todos a trabajar en línea ayudó a las personas con discapacidad a ponernos en contacto, hablar y realizar una labor de sensibilización. El apoyo y la actividad en mi comunidad han sido extraordinarios durante el último año. Contribuí a algunas de las actividades del EIS, como una importante reunión en línea de docentes con discapacidad afiliados al EIS en enero, la cual ha propiciado la formación de una red informal de afiliados y afiliadas con discapacidad. La reunión fue maravillosa porque es muy poco habitual que pueda hablar con otros docentes con discapacidad e intercambiar ideas.
Cuando hago balance de los últimos 16 meses, parece que ha sido un periodo muy tranquilo. Ha pasado mucho en muy poco tiempo y, sin embargo, tuve muchos momentos de felicidad y paz en medio del estrés. Les dije a mis estudiantes que ahora saben que son mucho más resilientes de lo que pensaban y que si sobrevivieron el año pasado pueden superar casi todo. Creo que nos pasa lo mismo a todos.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.