¿Justicia social sin educación pública de calidad ni docentes? En torno a algunas de las disputas globales.
Suscríbase
Subscríbase al boletín de Mundos de la Educación.
Suscríbase
Subscríbase al boletín de Mundos de la Educación.
Gracias por subscribirse
Algo salió mal
Del 5 al 16 de junio, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), celebró su 111 Conferencia anual en la ciudad de Ginebra (Suiza). La OIT es el único organismo del sistema de Naciones Unidas de carácter tripartito, en el cual confluyen representantes del sector trabajador, de los gobiernos y de empleadores, para abordar un conjunto de temáticas vinculadas al mundo del trabajo y de las que de él se derivan.
En dicha Conferencia, integramos la delegación representante de trabajadoras y trabajadores de Uruguay propuesta por nuestra central única, PIT-CNT. Esto sin dejar de lado mi condición de trabajador de la educación y presidente de FENAPES, organización sindical que es miembro de la Internacional de la Educación (IE). En ese sentido, fui honrado por esta última como el responsable de realizar la intervención en el Plenario, formulando consideraciones en torno a la Memoria del Sr. Director General.
La memoria puesta a consideración de la Conferencia por parte del Director General lleva como título “Promoción de la justicia social”. En la misma se señalan como principales elementos de un mundo en crisis el aumento de la desigualdad económica; las diferencias cada vez mayor entre los más pobres y los más ricos; las consecuencias económicas y sociales que generó la pandemia covid-19; y el aumento del desempleo y el informalismo en el mundo del trabajo.
En este marco, me parece importante realizar algunas consideraciones personales que entiendo necesarias y oportunas nos formulemos como trabajadoras y trabajadores de la educación, en especial por el papel que debiera jugar la Educación en la construcción de la Justicia Social, tarea a la cual se nos convoca por parte del Director General de la OIT. Especialmente, en esta nota quisiera enumerar algunas preocupaciones que nos generan algunas cosas dichas y otras no dichas, pero en ambos casos de significativa importancia, en torno a la educación.
En primer lugar, si bien se afirma que nuestra participación es “crucial para el desarrollo de sistemas de educación y aprendizaje permanente que sean eficaces y equitativos”, la misma se daría en un marco en el cual el sentido de la educación ya está configurado a partir de una concepción propia del fundamentalismo neoliberal, predominante en buena parte del mundo, mediante la cual se visualiza a la educación desde una mirada economicista, asignándole una función instrumental. Definición política e ideológica si las hay.
En segundo lugar, tal cual lo sostuvimos en nuestra intervención en el propio plenario en representación de la IE, “llama la atención que la palabra docente prácticamente no se menciona en las 31 páginas de la memoria del Director General”, aunque sabemos que “sin docentes no hay educación, y menos aún de calidad”. Dicha situación conlleva que debamos asumir como trabajadoras y trabajadores del sector plena conciencia que la nuestra es una profesión fuertemente cuestionada por los grupos de poder económico y político, y sometida a iniciativas de flexibilización, desregulación, desprofesionalización y sustitución.
En tercer lugar, preocupante es la inexistencia de cualquier mención al creciente proceso de privatización y comercio educativo, muy presente en América Latina, así como a los constantes recortes en los presupuestos educativos en muchos de nuestros países. En ambos casos, se atenta contra el derecho humano a la educación, que debe ser garantizado por el Estado mediante la construcción y gestión de fuertes sistemas educativos públicos.
En cuarto lugar, nos genera fundamentadas dudas, sin dejar de reivindicar la importancia del diálogo social así como el objetivo de alcanzar la Justicia Social, que podamos hacerlo como trabajadores y trabajadoras de la educación junto a organismos internacionales como el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), cuya influencia en la construcción de la política educativa pública en muchos de nuestros países es creciente y decisiva, siendo responsables en promover los recortes presupuestales y los procesos de privatización y comercio educativo anteriormente señalados.
Ninguna de estas reflexiones pueden llevarnos a cuestionar la importancia de nuestra participación en instancias globales, particularmente la OIT, o en el recientemente creado Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre la Profesión Docente, anunciado en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Transformación de la Educación de 2022.En realidad, todo lo contrario.
En primer lugar, se hace necesario e imprescindible tomar debida nota de algunas de las disputas presentes en la actual coyuntura global, que son ideológicas y se expresan y desarrollan en el terreno político, a la hora de concretar nuestra participación en estos ámbitos, poniéndonos a resguardo de que la misma no sea tergiversada y culmine sirviendo a otros fines e intereses.
En segundo, lugar formamos parte de una organización, la IE, cuyo desarrollo político-organizativo, conjunto de definiciones programáticas y reivindicativas, así como capacidad de movilización e interlocución, la han convertido en una organización político-sindical global considerada y respetada.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.