En el pasado como en el presente, las mujeres persisten en sus sindicatos
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Tres años después de la caída del Muro de Berlín, había un clima de optimismo entre los docentes y las docentes sindicalistas. Mary Hatwood Futrell, presidenta de la National Education Association, de EE.UU., se dirigió a líderes de la educación reunidos en Estocolmo, donde se creó la Internacional de la Educación.
“Hoy reivindicamos nuestra interdependencia”, dijo Futrell, “afirmamos nuestra solidaridad. Hemos dado vida a una organización nueva y nos hemos convertido en sus guardianes... Nuestra decisión demuestra nuestro entendimiento de que debemos recordar, ahora y siempre, que tenemos que mantenernos unidos en lo que respecta a la liberación y la educación de los niños y las niñas del mundo”.
Detrás de esas escenas de unidad sincera y visible, Futrell y otras sindicalistas afrontaban una realidad completamente diferente. Futrell recordó más tarde que, en una de las federaciones sindicales de docentes precursora de la IE, se dio instrucciones a las mujeres para que no hablaran y se las amenazó con expulsarlas de futuras reuniones si lo hacían.
Desde el Congreso fundador en 1993, la IE ha desempeñado una función esencial en la promoción de los derechos de las educadoras, impulsando el cambio en todos los países. Ahora, en nuestro 30º aniversario, es importante no solo recordar el progreso alcanzado desde entonces, sino también examinar las herramientas que nos ayudaron a llegar hasta aquí y la persistencia necesaria para seguir avanzando.
En mi propio camino hasta convertirme en la primera secretaria federal de mi sindicato de docentes nacional en Australia, el AEU, y presidenta de la IE, las barreras y los callejones sin salida fueron los habituales para las educadoras de mi época. Como profesora de matemáticas, me familiaricé con las reglas implícitas preferidas por profesores para puestos de responsabilidad. Cuando quedaba una vacante particular para la cual estaba indudablemente cualificada, el entrevistador me preguntaba primero si planeaba tener hijos. El mensaje era claro y habitual en esa época: “No vamos a perder nuestro tiempo en darte un puesto si vas a irte y tener un bebé”.
Durante décadas, la IE ha utilizado resoluciones, políticas y estructuras para fomentar y promover la igualdad de género en los sindicatos de la educación y la formulación de políticas educativas a nivel nacional, regional e internacional. Sin embargo, una de las herramientas principales para promover la participación de mujeres en el movimiento sindical del sector de la educación, es uno de los caminos que nosotras mismas abrimos mediante la formación de redes de mujeres.
La anterior Secretaria General Adjunta de la IE, Jan Eastman, recordó en una entrevista, que las redes de mujeres de los sindicatos afiliados a la IE se convirtieron en lugares donde elaborar estrategias y desplegar tácticas para elevar el perfil de las mujeres afiliadas y dirigentes. “Las redes eran una forma de empoderar a las mujeres en su propio lugar de trabajo y en sus hogares ”, dijo Eastman. “La red podía ser un lugar que daba cabida a todos los miembros y no una estructura que limitara la condición de miembro a unos pocos. Posteriormente, teníamos que vincular la red con el sindicato de tal forma que funcionara en cada lugar”.
Conectar los roles de las mujeres con las misiones políticas y normativas de nuestros sindicatos es cada año más relevante. Cientos de millones de niños y niñas, los y las jóvenes y las personas adultas más vulnerables siguen estando excluidos de la educación. Muchos millones más no tienen acceso a oportunidades de aprendizaje debido a entornos inadecuados, docentes sin formación y falta de recursos educativos.
Las niñas se ven afectadas de forma desproporcionada: históricamente han sido las últimas de sus familias en tener acceso a las escuelas, las primeras en ser obligadas a abandonar sus estudios en momentos de crisis y las que han experimentado más dificultades para volver a la escuela cuando esa opción volvió a estar disponible. Todo ello en un momento en que nuestra profesión, con una presencia predominantemente femenina, se enfrenta a un déficit de casi 70 millones de docentes en todo el mundo.
Es fundamental que las activistas y las dirigentes impulsemos campañas a favor de la educación de calidad para incluir la misión y la oportunidad única que tienen las educadoras de dirigir la profesión y sus sindicatos. Las mujeres en nuestra profesión se encuentran en una situación privilegiada para plantear cuestiones de acceso a la educación de las niñas, en particular las niñas expuestas al trabajo infantil, la violencia de género y el matrimonio precoz o que tienen condición de migrantes o refugiadas.
Todas debemos ser mentoras y defensoras tenaces de oportunidades. Recuerdo vivamente a mis mentoras: mujeres que determinaron mi carrera, cambiaron mi vida y nos unieron para cambiar nuestro sindicato. En 30 años, mucho ha cambiado en las estructuras de nuestros sindicatos y lugares de trabajo, y aún queda mucho por hacer.
Hemos aprendido que los sistemas importan. Los actos heroicos individuales para acabar con el sexismo deben ir acompañados de movilizaciones para acabar con la discriminación en las políticas y leyes sistémicas, y las costumbres tóxicas.
Aun así, no podemos olvidar que el coraje importa. Se deben desarrollar habilidades de resiliencia en nuestras niñas y mujeres jóvenes. A principios de este año, en una conferencia de la IE, una mujer se levantó para hacer una observación importante: “Todo el mundo habla sobre el empoderamiento”, dijo a la audiencia, “cuando en realidad, las dirigentes tenemos mucho poder, ¡solo necesitamos que algunos hombres acaben con su campaña de desempoderamiento!”.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.