Enseñar en época de crisis: redescubrir la importancia de la dignidad
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Las palabras que pronunció Martin Luther King en 1968 a los trabajadores sanitarios en huelga de Memphis resuenan hoy entre el profesorado de todo el mundo: ". . . todo trabajo que eleva a la humanidad tiene dignidad e importancia y debe emprenderse con esmerada excelencia". Para hacer frente a lo que la UNESCO ha calificado como "crisis mundial de escasez de docentes", tal como se establece en el mandato otorgado al Grupo de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Profesión Docente, es imprescindible volver al concepto de dignidad, una condición que el profesorado de multitud de lugares del mundo no considera que experimente en su trabajo.
La dignidad es, de por sí, un concepto complejo, pero en el documento temático de referencia que preparé para el Grupo de Alto Nivel de la ONU, insisto en que básicamente se sostiene sobre tres elementos fundamentales.
Reconocimiento - la dignidad depende del reconocimiento de la valía y el valor. En el caso del profesorado, son necesarias unas condiciones de trabajo que les permitan desempeñar su labor en consonancia con sus conocimientos especializados y su criterio profesional. En este contexto, "condiciones de trabajo" hace referencia a todos los factores que contribuyen a crear el contexto en el que se desarrolla la labor del profesorado.
Capacidad de acción - la dignidad en el trabajo es la capacidad de llevar a cabo la actividad dejando espacio para el criterio personal y los conocimientos especializados. Se trata de poder ejercer niveles de autonomía acordes con las competencias del trabajador o la trabajadora, la complejidad de la tarea y las aspiraciones legítimas de la comunidad en general.
Derechos - la dignidad es algo que hay que establecer activamente y mantener continuamente. Como condición necesaria, requiere la existencia de derechos individuales y colectivos adecuados que garanticen y protejan el derecho a la dignidad en el trabajo.
Los problemas actuales relacionados con la escasez de docentes se están produciendo porque en muchos contextos estos elementos fundamentales de la dignidad se han ido erosionando progresivamente.
El reconocimiento no se limita a factores materiales, pero los salarios y las condiciones de trabajo sí son reflejos tangibles del reconocimiento. No obstante, en la inmensa mayoría de los países, el personal docente cobra menos que la media del resto de graduados y sus condiciones de trabajo son deficientes. Si observamos ambos factores, no cabe duda de que la situación está empeorando.
Por otro lado, las tendencias relacionadas con la capacidad de acción y la autonomía profesional son, si cabe, más dramáticas. El profesorado se siente sometido a niveles de control y recepción de órdenes cada vez mayores, y a una menor capacidad para actuar de forma que se reconozca su experiencia profesional y sus conocimientos especializados. Los entornos con un alto nivel de confianza están siendo reemplazados por sistemas de baja confianza y una mayor cultura del cumplimiento.
Además, se está llegando a socavar una serie de derechos fundamentales para proteger el acceso del profesorado a unas buenas condiciones de trabajo y a la autonomía profesional. No siempre ni en todas partes, pero sí en demasiadas ocasiones y lugares.
En mi contribución al Grupo de Alto Nivel de las Naciones Unidas, planteo un marco conceptual para reflexionar sobre cómo el hecho de volver a comprometerse con el concepto de dignidad puede contribuir a hacer de la docencia el empleo que merece ser: un trabajo que se lleva a cabo en interés del alumnado y un empleo atractivo para los futuros educadores y educadoras. Este enfoque empezaría a abordar las tendencias globales de la profesión a largo plazo que han llegado a provocar la actual crisis de escasez docente y que están obstaculizando el avance educativo en tantos lugares del mundo.
El modelo se basa en los elementos fundamentales de reconocimiento, capacidad de acción y derechos que, a su vez, garantizan la equidad y la justicia en el empleo, una profesionalidad democrática, condiciones de trabajo decentes y una voz real para el profesorado en todos los aspectos de su trabajo.
Esta "voz" puede adoptar diversas formas, como un verdadero liderazgo docente y unas direcciones escolares reales, pero es importante reconocer que no puede haber una voz auténtica del personal docente sin la existencia de sindicatos sólidos, independientes y democráticos capaces de representar las opiniones colectivas de la profesión a través del diálogo social.
En las circunstancias en que vivimos, los sindicatos de la educación sólidos no solo son una fuente de dignidad (al proporcionar una voz poderosa e independiente al profesorado) sino que, por encima de todo, actúan como garantes de la dignidad en el trabajo, pues reivindican los derechos necesarios para reforzar la condición de una profesión independiente y valorada.
La crisis mundial de docentes no es sino la manifestación de un conjunto más amplio de crisis (económica y social, medioambiental y democrática) que hacen que el trabajo del personal docente sea, a la vez, más exigente y más vital. Con vistas a hacer frente a estas crisis y a los retos sociales que representan, necesitamos urgentemente una visión mucho más ambiciosa.
La solución radical implica redescubrir, replantear y renovar la noción de dignidad en la labor docente y otorgarle un papel fundamental en una nueva profesionalidad docente democrática. La "construcción de la humanidad" no exige menos.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.