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Mundos de la Educación

La educación: un campo de batalla clave para el movimiento antigénero

publicado 17 mayo 2024 actualizado 17 mayo 2024
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¿Qué relación guardan las protestas contra los aseos neutrales en cuanto al género en las escuelas de Sudáfrica con el acoso que está sufriendo el profesorado en Brasil o los cambios en los planes de estudio en El Salvador? Todos son fruto de la movilización contra la “ideología de género” por parte de quienes la perciben como una amenaza. Estos son solo algunos de los ejemplos que figuran en nuestro estudio en curso sobre los agentes que defienden las normas restrictivas de género en el ámbito educativo.

La “ideología de género” es un término empleado para menoscabar los derechos de las mujeres y del colectivo LGBTI+. Este término, que rara vez se define con claridad, a menudo se utiliza como expresión general para hacer alusión a cuestiones tan variadas como brindar a la gente joven acceso a información sobre salud sexual y reproductiva o incluir contenido acerca de la diversidad sexual y de género en los programas de enseñanza. La oleada de movilizaciones “antigénero” que se ha producido en gran parte del mundo a menudo está financiada por organizaciones cristianas de carácter conservador con sede en los Estados Unidos, Europa y Rusia, cada vez más en colaboración con la Organización de Cooperación Islámica.

¿Quiénes son los agentes antigénero y cómo operan?

Entre los agentes antigénero figuran organizaciones religiosas, grupos de la sociedad civil y dirigentes políticos (principalmente de derechas). El movimiento antigénero, aunque proviene en gran medida de contextos y redes con valores cristianos y conservadores, donde a menudo sigue estando presente, se ha aliado en algunos casos con representantes de otras creencias e intereses seculares que comparten sus perspectivas y, a veces, del espectro político de izquierdas y derechas. Los movimientos antigénero piensan a largo plazo: pretenden derogar las leyes en defensa de la igualdad de género y los derechos de las personas LGBTI+, o impedir que se promulguen, y (re)instaurar las normas sociales del patriarcado que, a su juicio, están en peligro.

Su modus operandi tiene tres vertientes principales: intentar influir en los documentos finales de los foros internacionales donde se establecen normas, como las conferencias de las Naciones Unidas, a través de coaliciones de agentes afines; emplear el poder político para influir en las agendas políticas y aprobar legislación; y llevar el discurso hacia una dirección socialmente conservadora. Para ello, el activismo antigénero utiliza las redes sociales y los medios de radiodifusión, las manifestaciones públicas y las tretas publicitarias, y moviliza a grupos religiosos y de progenitores, a menudo mediante la desinformación y las exageraciones, con el objeto de generar miedo e indignación. Por ejemplo, cuando Ghana revisó el contenido de educación sexual del plan de estudios en 2019, el movimiento antigénero lo calificó como parte de un “programa LGBT”. Este es tan solo un ejemplo de la táctica frecuente de etiquetar la igualdad de género o los derechos de las personas LGBTI+ como importaciones extranjeras u “occidentales”, ignorando el historial de movilizaciones de los pueblos indígenas en defensa de los derechos humanos y restando importancia a los fondos internacionales que reciben los movimientos antigénero.

¿Por qué se centran los grupos activistas antigénero en la educación?

Los movimientos antigénero reconocen la importancia fundamental de la educación para determinar los valores de una nueva generación. Tanto el currículo formal como el currículo oculto (los valores que se transmiten por medio del comportamiento de estudiantes y docentes, y una cultura de escuela) pueden conformar las normas de género en el alumnado. Por lo tanto, los grupos activistas antigénero ven la educación como un espacio estratégico cuyo control es fundamental. No obstante, la atención que dedican al ámbito educativo no se limita a esto: un aspecto esencial de las campañas antigénero es poner énfasis en que la educación sexual integral, el debate sobre la igualdad de género o las iniciativas en favor de la inclusión de las personas LGBTI+ plantean un riesgo para los niños y las niñas y para el resto de la sociedad.

Por consiguiente, pretenden influir en qué aprende el alumnado, quién debe enseñar, cómo funcionan determinados aspectos en las escuelas, como los códigos de vestimenta, la disponibilidad de aseos y vestuarios o el uso del lenguaje inclusivo, e incluso quién puede acceder a la educación. Una de las movilizaciones más insistentes ha girado en torno a la educación sexual, aunque, como se indica en los informes que estamos preparando, los agentes antigénero han tratado de promover (o luchar contra las iniciativas para reformar) los estereotipos de género tradicionales en los programas de enseñanza, y han cuestionado las medidas dirigidas a reducir la brecha de género (como oponerse a los uniformes escolares neutrales en cuanto al género).

¿Cómo afecta esto al profesorado y al alumnado?

En algunos países, los movimientos antigénero han acosado directamente al personal docente. Un estudio de Human Rights Watch realizado en Brasil documentó un acoso virtual y en persona, incluso con amenazas de muerte, al profesorado que abordaba contenido relativo a la violencia de género, los derechos de las personas LGBTI+ o los movimientos en favor de los derechos civiles. No obstante, las repercusiones son más amplias, como la reducción del plan de estudios en general. Esto conlleva el riesgo de que los niños y las niñas no puedan disfrutar de su derecho a información rigurosa e imparcial, que es crucial para su salud y supervivencia.

Las normas de género estrictas que los agentes antigénero pretenden imponer contribuyen a generar unas condiciones contrarias a las que promueve la educación y reducen en lugar de ampliar las posibilidades para todos los niños y niñas. Esta atmósfera afecta a las niñas que asimilan mensajes que especifican que el fin esencial de la mujer es casarse y ser madre, a los niños que quieren trabajar en profesiones donde tradicionalmente hay una presencia predominante de mujeres, como la enfermería, o a estudiantes LGBTI+ que se enfrentan a altos niveles de acoso escolar y tienen que escuchar que sus identidades no son aceptables.

¿Cómo puede plantarse cara al movimiento antigénero en la educación?

Los agentes antigénero cuentan con mayor financiación y fondos más flexibles que los grupos que defienden la igualdad, con lo que por un lado pueden reaccionar con rapidez ante los acontecimientos y, por otro, son capaces de llevar a cabo campañas a largo plazo para cambiar las normas y las políticas. Sin embargo, la resistencia puede ser muy eficaz. Nuestro estudio concluye que donde existe un marco sólido de derechos humanos, como un compromiso constitucional con la igualdad, puede tener lugar una movilización en defensa del derecho a una educación plena y efectiva en términos de igualdad. Por ejemplo, una acción judicial estratégica ha dado lugar a la derogación de leyes estatales en México y Brasil que habían restringido en gran medida la educación sexual, y de políticas que prohibían a las madres adolescentes volver a la escuela en Sierra Leona. Asimismo, es fundamental adoptar una estrategia multidimensional para contrarrestar la desinformación. Esto implica hacer llegar información rigurosa acerca de temas como la educación sexual y las propuestas de reforma en los programas de enseñanza a padres y madres, la gente joven, congregaciones religiosas, organismos profesionales y otras partes a las que se acercan específicamente los agentes antigénero. Por último, el hecho de mantener un diálogo auténtico basado en información rigurosa puede marcar la diferencia. La siguiente fase de nuestra investigación sondeará la experiencia de reunir a partes interesadas con opiniones opuestas con miras a encontrar un espacio común para el desarrollo de nuevos planes de estudios que incorporen materias de competencias para la vida y educación sexual. Agradecemos cualquier opinión de quienes tengan interés en esta investigación.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.