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Una característica destacada de los numerosos debates que se mantienen sobre la inminente escasez mundial de docentes son las opiniones arraigadas y en cierto modo predecibles que existen en torno al papel que desempeña el personal docente en esta situación. Lamentablemente, en lugar de ideas e intercambios bien reflexionados, da la impresión de que cuando el tema implica al profesorado, nos estancamos en opiniones antagónicas, en las que cada bando manifiesta unos grados de certeza aparentemente inamovibles basados en datos supuestamente mejores o en argumentos morales superiores. Ciertamente, en los periodos de gran polarización ideológica es de esperar que existan opiniones arraigadas, aunque quizá también exista una cierta inercia asociada a una marcada preferencia por las respuestas simplistas por parte de ciertas instancias políticas, periodistas, investigadores e investigadoras, y analistas que repiten una y otra vez temas y puntos de vista que, por lo general, no hacen más que evocar y confirmar respuestas ya conocidas.
Las personas que investigamos no somos inmunes a la indolencia académica. Cuando desarrollamos una encuesta que exploraba la opinión del público con respecto a los factores que determinan una buena enseñanza –en función de sus creencias basadas en su propia experiencia con la buena enseñanza– (Haas et al., 2023), también anticipamos que la polarización ideológica sería importante. Lo que revelaron las respuestas que recibimos a nuestra encuesta de las 344 personas adultas que participaron en ella fue bastante sorprendente en dos sentidos.
En primer lugar, las personas que se identifican como progresistas o conservadoras tienen creencias similares sobre lo que constituye una buena enseñanza. Lo que podríamos denominar “buen sentido pedagógico” según las personas participantes es la constatación de que la enseñanza de gran calidad va más allá de la impartición de contenidos preceptivos. Una buena enseñanza requiere comprender y preocuparse por el alumnado en toda su complejidad y un dominio de los contenidos curriculares. La raza, el género, la situación económica, las calificaciones, las diferencias en función del momento en que se asistió a la escuela (y de la edad actual) y la ideología política (progresista/conservadora) tienen escasa relevancia a la hora de recordar las características de una buena enseñanza. Asimismo, y de forma bastante significativa, los factores asociados a una enseñanza de gran calidad identificados por las personas que participaron en este estudio –la priorización de las relaciones, las conexiones afectivas y el dominio de los contenidos– coinciden con aquellos identificados en la correspondiente literatura de investigación (National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine, 2018) y están alineados con las recomendaciones del Grupo de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Profesión Docente publicadas recientemente.
En segundo lugar, las personas encuestadas estimaron que había cinco veces más docentes aceptables, buenos y muy buenos, que malos y muy malos. Si bien es cierto que el rendimiento de algunas personas docentes no es ideal, no son tantos casos como se afirma en los informes de los medios de comunicación y los grupos de cabildeo político que desacreditan sistemáticamente la calidad del personal docente y proclaman que la identificación y la expulsión de este “mal profesorado” es la clave de los esfuerzos globales de reforma de la educación.
Nuestros resultados sugieren una situación paradójica. ¿Cómo explicar este aparente consenso en materia de educación en un contexto global de creencias ideológicas y partidistas tan divergentes? En lo que respecta de manera más específica al ámbito pedagógico: ¿Cómo podemos explicar el hecho de que las personas confíen en los enfoques pedagógicos que ofrecen más oportunidades para el establecimiento de relaciones de confianza y de afecto entre el alumnado y el profesorado a pesar de llevar décadas aplicando políticas educativas que desalientan esos rasgos y recompensan la competencia técnica en la transmisión de conocimientos como la habilidad pedagógica más importante? Una posible explicación de los resultados un tanto sorprendentes que hemos obtenido es que las creencias partidistas polarizadas sobre la docencia prevalecen sobre todo entre las personas más activas y con una mayor orientación ideológica, y en menor medida entre el público en general (Druckman et al., 2019; Iyengar et al., 2019; Klar et al., 2018). Del mismo modo, es muy probable que las creencias de las personas estén influidas por las experiencias vividas con buenos profesores y profesoras, y que esas experiencias disminuyan los efectos de las campañas que culpan al personal docente de los malos resultados educativos.
En general, nuestro estudio pone de manifiesto la ineficacia de los esfuerzos globales destinados a reformar la educación, que se han centrado sistemáticamente en identificar y castigar al profesorado escasamente competente (un número notablemente reducido, como hemos comprobado) y en culpar al personal docente de los problemas que afectan a la educación sin abordar las deficientes e injustas condiciones estructurales que padecen la enseñanza y el aprendizaje en muchos sistemas educativos. Nuestro estudio también pone de relieve una reforma educativa muy prometedora y rentable: para incrementar las probabilidades de aplicar políticas educativas más eficaces, las partes interesadas de este campo deben empezar por reconocer que la ciudadanía quiere más de lo que ya ve en la mayoría de los y las docentes, a saber, profesionales competentes, que tengan una gran capacidad para entablar relaciones, crear contenidos relevantes y dominar los contenidos de las asignaturas que imparten.
Referencias
Haas, E., Fischman, G., & Pivovarova, M. (2023). Public beliefs about good teaching. Research in Education, 00345237231207717.
Druckman, J., Klar, S., Krupnikov, Y., Levendusky, M., & Ryan, J. B. (2019). The illusion of affective polarization (Doctoral dissertation, Stony Brook University).
Iyengar, S., Lelkes, Y., Levendusky, M., Malhotra, N., & Westwood, S. J. (2019). The origins and consequences of affective polarization in the United States. Annual Review of Political Science, 22, 129-146.
Klar, S. Krupnikov, Y., Ryan, J. B. (2018). Affective Polarization or Partisan Disdain? Untangling a Dislike for the Opposing Party from a Dislike of Partisanship, Public Opinion Quarterly, 82(2), 379–390. https://doi.org/10.1093/poq/nfy014
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.