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El futuro depende de nuestras y nuestros docentes: Apoyémosles hoy

Discurso de Mugwena Maluleke, presidente de la Internacional de la Educación, en ocasión del del Día Mundial de las y los Docentes 2024

publicado 4 octubre 2024 actualizado 4 octubre 2024

Quiero reconocer la increíble labor de las afiliadas de la Internacional de la Educación, que celebran este día tomando acción para exigir que se respete, valore y financie nuestra profesión. En las escuelas de todo el mundo, nuestras afiliadas amplifican las voces docentes comprometidas con el futuro de los y las estudiantes.

En este Día Mundial Docente, es un honor dirigirme a ustedes para celebrar, pero a la vez enfrentar los desafíos de nuestra profesión

Nos encontramos en un momento crítico para la educación pública. Docentes de todo el mundo están sobrecargados de trabajo, mal remunerados e infravalorados, y esto les está llevando a abandonar una profesión que aman, y de la cual depende nuestro futuro. Dado que cada vez hay menos jóvenes que ingresan a la docencia, la escasez crece, ejerciendo más presión sobre quienes se quedan, empeorando sus condiciones laborales, y mermando así la calidad de la educación.

Para abordar esta escasez, y atraer y retener al personal docente que necesitamos, debemos atacar sus causas estructurales: salarios bajos, aumento desproporcionado de la carga de trabajo, condiciones laborales inadecuadas, y falta de autonomía profesional. Una profesión docente bien remunerada, apoyada y respetada, con estabilidad laboral, es esencial para garantizar el derecho a una educación de calidad para todas y todos.

Para que esto suceda, docentes y sindicatos deben participar activamente en la toma de decisiones. Seamos claros: la transformación comienza por valorar la voz docente. Pero esto va más allá de palabras; exige hechos.

La verdadera transformación comienza poniendo al personal docente en el centro de las políticas educativas que gobiernan nuestras escuelas e instituciones de educación superior. Esto requiere de un diálogo social genuino, asegurando que se consulte al docente y se confíe en su experiencia pedagógica. Las y los docentes deben tener la autonomía profesional para liderar, innovar y tomar decisiones que moldeen el futuro de la educación, y construyan un futuro más sostenible y justo.

En ese sentido, las recomendaciones del Grupo de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Profesión Docente proporcionan una hoja de ruta clara para abordar la escasez de personal docente y forjar sistemas de educación pública más fuertes y sostenibles. Las recomendaciones lo dejan claro: la participación de las y los docentes en el diálogo social es esencial. Cada docente deben tener autonomía profesional y ser participante activo en el diseño de currícula, pedagogías y políticas educativas. Los gobiernos deben actuar ahora implementando estas recomendaciones, estableciendo comisiones nacionales para evaluar y abordar la escasez de personal docente. Estas comisiones deben priorizar el diálogo social y la negociación colectiva, de manera que docentes y sindicatos jueguen un papel clave en la construcción de políticas educativas y la mejora de sus condiciones laborales.

Sin embargo, lejos de este ideal, el último informe de la Internacional de la Educación sobre la situación de las y los Docentes en el Mundo revela hechos alarmantes: las y los docentes de todo el mundo enfrentan restricciones legales y barreras que les impiden organizarse, negociar colectivamente y, si es necesario, hacer huelga para defender sus derechos. En algunos países, el diálogo social existe, pero puede ser débil en materias tan importantes como los salarios, la salud y el bienestar docente, o el desarrollo profesional.

No podemos ignorar la realidad de que, para millones de docentes, especialmente en entornos de crisis, zonas de conflicto y comunidades desfavorecidas, no existe ninguna plataforma para el diálogo social. El profesorado carece, tanto de recursos, como de una voz, a pesar de sostener frágiles sistemas públicos educativos y a sus comunidades. No solo son educadoras y educadores; son la esperanza para las niñas y niños que luchan por, y merecen, un futuro mejor.

Permítanme compartirles algunos ejemplos: Laures Park, docente indígena y líder sindical de Nueva Zelanda, ha dedicado su vida a defender a estudiantes y docentes maoríes. Su trabajo demuestra que el respeto cultural y la descolonización de la educación son clave para la inclusión. Tatiana Zamorska, desde Ucrania, sigue enseñando en medio de bombardeos, manteniendo a su alumnado aprendiendo a pesar de los cortes de electricidad y los ataques. Haneen Bazian, una docente de educación infantil y representante sindical en Palestina, trabaja incansablemente apoyando a docentes y alumnado mientras lidian con el trauma del genocidio. René Sucup, líder sindical en Guatemala, fue asesinado recientemente por defender los derechos de las y los docentes. Deng Loku, en Sudán del Sur, no ha cobrado en casi un año, pero sigue comprometido con su alumnado. Y en Afganistán, mujeres como Amina enseñan a niñas en secreto, desafiando la represión del régimen Talibán para luchar por su derecho a la educación.

Estos son solo algunos ejemplos de las incontables historias de docentes que continúan apoyando a su alumnado a pesar de condiciones inimaginables. Lo hacen porque saben que su trabajo es fundamental para las personas más vulnerables. Pero no pueden hacerlo solas.

Sus voces deben ser escuchadas. Como presidente de la Internacional de la Educación, es mi deber traer estas voces ante ustedes hoy. Porque sin ellas, cualquier discusión sobre reforma educativa no tiene sentido.

El cambio real comienza escuchando a quienes viven la realidad de nuestras aulas, especialmente en los entornos más difíciles. Solo así podremos construir un sistema de educación pública verdaderamente transformador para cada estudiante, en todas partes.

También quiero aprovechar esta oportunidad para reiterar el llamado de la Internacional de la Educación a la paz. No puede haber educación de calidad sin paz. Las guerras y los conflictos armados son la mayor violación de los derechos humanos, y una amenaza al derecho a la educación. Y dejemos algo claro: escuelas, docentes y alumnado NUNCA deben ser objetivos de guerra. Las comunidades escolares y las infraestructuras deben ser respetadas como santuarios de paz, siempre.

Docentes y sus sindicatos deben participar en la toma de decisiones. Sabemos que el diseño, e implementación, de políticas educativas que no tienen en cuenta a los y las docentes está destinado a fracasar. También sabemos que cuanto mejor funciona el sistema educativo de un país, es más probable que dicho país esté trabajando constructivamente con sus sindicatos, y trate a sus docentes como socios profesionales de confianza.

Los desafíos que se avecinan no son fáciles. Enseñar y aprender son procesos complejos, con muchas variables que nunca pueden reducirse a un número o a una ecuación.

Seamos honestos: demasiadas veces, los “indicadores” y objetivos bien intencionados no logran su propósito. Se centran en números, pero no abordan las duras realidades de docentes con excesiva carga laboral y escuelas públicas con falta de recursos. Apreciamos los esfuerzos por medir la calidad y el rendimiento, pero no podemos reducir la educación a números. La autonomía profesional —la libertad de enseñar de la forma que sabemos que funciona— está siendo erosionada por una educación basada en datos que no capta la realidad de las aulas.

El alumnado no son datos estadísticos, y sus docentes no son robots impartiendo contenido. Somos el corazón de cada sistema público educativo, que sigue siendo la herramienta más poderosa para construir sociedades más democráticas, sostenibles, inclusivas y justas.

Hoy hacemos un llamado a los gobiernos de todo el mundo para que actúen. Es imperativo financiar la educación pública, invertir en sus docentes, garantizar sus derechos laborales y asegurarles buenas condiciones de trabajo. Hagamos que esto sea una realidad. Trabajemos, a nivel global y local, para hacer de la docencia una profesión respetada, bien pagada y a la que aspiran las generaciones venideras.

El futuro depende de nuestras y nuestros docentes. Apóyennos. Defiendan el aumento de la financiación pública en la educación pública. Asegurémonos de que cada estudiante, en todas partes, tenga acceso a docentes respaldados y cualificados, y entornos de aprendizaje de calidad.

Unámonos ¡Por la Pública! y financiemos la educación ahora.