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Mundos de la Educación

Honrar y celebrar la diversidad de género en las aulas

Crear espacios educativos inclusivos más allá del binarismo

publicado 31 octubre 2024 actualizado 31 octubre 2024
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El comienzo de un nuevo curso académico siempre despierta distintas emociones entre personal educativo y estudiantes, desde ganas e ilusión hasta ansiedad e incertidumbre. Al reflexionar sobre mi propia niñez, aún recuerdo con claridad esa energía nerviosa que me envolvía cuando se acercaba el primer día de clase. Tenía ganas de volver a ver a mis amigos y también de conocer a otros nuevos. Además, sentía curiosidad por mi profe. ¿Sería agradable? ¿Le caería bien? ¿La clase sería divertida, un reto o ambas?

Todo el estudiantado anhela una sensación de pertenencia cuando llega a un nuevo espacio educativo, ya sea un aula de educación infantil o de la universidad. Esos primeros días y semanas del curso escolar resultan cruciales porque nos esforzamos por establecer entornos de aprendizaje seguros, acogedores y alentadores que permitan a TODO el estudiantado progresar tal y como es. Construir una comunidad respetuosa e inclusiva en las aulas es, indudablemente, el componente más importante de una enseñanza y aprendizaje efectivo.

A menudo, nuestro estudiantado con diversidad de género encuentra dificultades para integrarse en nuestros espacios de aprendizaje. Esto sucede porque la mayoría de las personas adultas, entre las que me incluyo, crecimos con carencias importantes en cuanto a conocimientos que nos permitan entender las complejidades del género y el sexo biológico. La gente suele confundir sexo biológico y género porque, en muchas sociedades, ambos conceptos están interrelacionados históricamente hasta el punto de que los términos suelen emplearse de forma intercambiable en el lenguaje cotidiano, de modo que se confunden sus verdaderos significados.

Para apoyar mejor la diversidad de género de nuestro alumnado, es importante entender de forma consensuada que el género es independiente del sexo biológico. Este último se refiere a atributos físicos, como los cromosomas, los niveles hormonales, los órganos reproductivos y otras características sexuales secundarias. El género es un constructo social y cultural que engloba los roles, comportamientos e identidades que las sociedades, esperan, valoran y refuerzan. El género refleja cómo son los individuos intrínsecamente y cómo se expresan, y no está ligado necesariamente a sus rasgos biológicos.

Surge un reto mayor por el hecho de que muchas sociedades sigan estancadas en una visión del sexo biológico y el género con una perspectiva binaria que incluye solo dos opciones: hombre y mujer. Hablamos de una simplificación mayúscula. El sexo biológico se describe con más precisión como un espectro, similar al tono de piel. Existen variaciones biológicas entre hombre y mujer, incluidas personas intersexuales con combinaciones de cromosomas, hormonas o características físicas que las sitúan fuera del modelo binario como parte de la diversidad natural de la biología humana.

El género, como constructo social, también existe a modo de espectro que engloba una amplia variedad de identidades asociadas a ser masculino, femenino, ambos o ninguno. De hecho, numerosas culturas reconocen más de dos géneros. Por ejemplo, algunas comunidades indígenas de Norteamérica aceptan que existen personas con dos espíritus, que representan cualidades tanto masculinas como femeninas. Igualmente, culturas de Sudamérica reconocen la hijra (o tercer género) como categoría de género diferenciada y varios grupos de Samoa hablan de fa’afafine, un tercer rol de género.

Estas perspectivas diversas me han ayudado a ampliar mi entendimiento del género más allá de las etiquetas estrictas de masculino-femenino con las que crecí, y esto me ha servido para reflexionar y mejorar mis prácticas como docente con el fin de apoyar la preciosa diversidad de género de nuestro alumnado.

Una de las primeras interacciones de clase consiste en aprender el nombre de mis estudiantes. Incluir pronombres es un añadido que no complica estas presentaciones. Como ejemplo, les digo mi propio nombre y pronombres. Dejo que el estudiantado haga preguntas o se aclare si no tiene la costumbre de incluir sus pronombres al presentarse, aunque mi experiencia es que la mayoría de mi alumnado de educación secundaria ya está muy familiarizado con los pronombres porque esta práctica inclusiva se ha integrado en cursos previos.

Merece la pena señalar que no todo el mundo se siente cómodo al compartir sus pronombres. Hay estudiantes transgénero, no binarios o con dudas que quizá no estén preparados para que otras personas conozcan su identidad de género. También habrá estudiantes que quizá se nieguen a compartir sus pronombres por diversos motivos personales. El respeto es fundamental y deberías dejar que tus estudiantes no expresen sus pronombres siempre que no se estén burlando o hablando mal de esta práctica.

Honrar y respetar el nombre elegido por el estudiantado, que puede o no corresponderse con su nombre legal, también es sumamente importante. Cuando crecí nunca usaba mi nombre legal, William, porque quería que me llamaran Billy, hecho que todo el profesorado aceptó sin problema. Mucha gente usa apodos o elige nombres distintos a los suyos.

Evito leer los nombres de la lista de clase porque no quiero pronunciar mal el de nadie ni usar un nombre que pueda resultar incómodo. Prefiero que el estudiantado se presente personalmente a mí y a sus compañeros y compañeras de clase con la pronunciación adecuada del nombre y con sus pronombres, si se sienten cómodos. Además, llevo a cabo diversas actividades, entre ellas, un proyecto para decorar una taquilla virtual y una tarea de inventario del alumnado que les da la oportunidad de compartir información sobre su identidad. También me he dado cuenta de que es importante consultar con el alumnado si tienen nombres o pronombres diferentes que debería usar cuando hable con sus familiares.

Durante el inicio del curso académico, dedico un tiempo a aprender los nombres y pronombres de mi alumnado porque esto demuestra que los respeto y reafirma su postura. Dirigirse a alguien por un nombre o género equivocado usando pronombres incorrectos puede parecer irrespetuoso y hacer daño al alumnado hasta el punto de que sienta inseguridad.

Otra práctica útil en el aula consiste en adoptar un lenguaje más inclusivo. Conviene no sacar conclusiones sobre las identidades de género o la orientación sexual del alumnado. Además, hay que ser consciente de que el estudiantado cuenta con diversas estructuras familiares en casa, así que no debemos asumir que viven en hogares con “un padre y una madre”.

Animo al personal educativo a evitar el uso de expresiones que refuercen el binarismo, como “niños y niñas” o “señores y señoras”, al dirigirse a grupos de estudiantes porque no todos se identificarán con estos términos, por lo que pueden sentirse excluidos o ignorados. Estas expresiones son fáciles de reemplazar por términos de género neutro o género inclusivo, como “clase”, “gente”, “todo el mundo”, etc.

Recordad: crear un entorno inclusivo y de apoyo para el alumnado con diversidad de género es un proceso continuo. Os equivocaréis, y es normal. El alumnado sabe cuándo se está obrando de buena fe. Mantened una actitud abierta ante los comentarios de estudiantes, colegas de profesión y organizaciones LGBTQI+ a medida que seguís progresando para crear clases que refuercen y celebren la diversidad de género que representa una más de muchas parcelas preciosas de las complejas identidades de vuestro alumnado.

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.