Empoderar al personal docente con discapacidad: el compromiso del Sindicato de Docentes de Japón con la educación inclusiva
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La isla de Oshima, donde trabajo, está a 25 minutos en ferry, tiene un perímetro de unos 15 km y una población de aproximadamente 700 habitantes. Rodeada de mar, la isla disfruta de abundantes recursos marinos y una próspera industria pesquera. La escuela de Oshima es un centro integrado de primaria y secundaria. Es una escuela pequeña, con 37 alumnos y alumnas desde primero hasta noveno curso. Allí enseño arte y llevo a las niñas y niños al mar para pintar barcos o a un templo en la montaña para que dibujen gallinas al aire libre. También elaboramos happi –las chaquetas tradicionales japonesas de mangas anchas y rectangulares– para el festival Yamakasa, en colaboración con la profesora de economía doméstica. En la clase de economía doméstica, crean las formas, mientras que en la clase de arte diseñan los motivos decorativos para confeccionar un happi único. Estos y muchos otros proyectos artísticos permiten a los niños y niñas de Oshima expresar y compartir el cariño que sienten por su isla.
Cuando tenía 37 años, un derrame cerebral me dejó con parálisis en el lado izquierdo. Cuando pensé en volver al trabajo, todos —menos mi familia— se opusieron. Aun así, al reflexionar sobre si volver a trabajar sería doloroso o gratificante, sentí un leve impulso que me llevaba a retomar mi querida profesión. También me di cuenta de que quienes desde la dirección escolar insistían en que sería una misión imposible no podían saber realmente si lo era o no, porque ni siquiera yo conocía mis propios límites. Así que decidí volver, al menos por un tiempo, y si no podía con ello, lo dejaría. Pero no quería arrepentirme de no haberlo intentado al menos. Al principio tenía afasia, así que empecé a ir a clases de lenguaje y a hacer ejercicios para recuperarme. Hoy, cuando echo la vista atrás, me alegra no haberme rendido y agradezco que el Sindicato de Profesores de Japón (JTU) haya estado ahí, apoyándome en mi camino como docente con discapacidad.
El JTU creó una Red de Educadores con Discapacidad en 2013 y desde entonces han pasado 13 años. La red cuenta con un comité directivo formado por cinco miembros, entre los que me incluyo, y con una secretaría de cuatro miembros del personal del JTU que apoyan nuestro trabajo. Nos reunimos tres veces al año para preparar los planes de la Conferencia Nacional de la Red de Educadores con Discapacidad, que se celebra cada noviembre.
Nuestra red tiene tres grandes fortalezas. La primera es que las Conferencias Nacionales se han convertido en un espacio clave para seguir fortaleciendo nuestras capacidades. En la última reunión, por ejemplo, escuchamos a un investigador hablar sobre los problemas a los que se enfrenta el personal docente con discapacidad, conocimos la tasa de empleo de personas con discapacidad exigida por ley y escuchamos historias inspiradoras, como la de una persona con discapacidad visual que logró graduarse y dedicarse a la investigación, y las de muchas otras que han sabido abrirse camino superando todo tipo de obstáculos. Cada uno de estos relatos nos ha hecho aprender, reflexionar y, sobre todo, nos ha inspirado.
La segunda fortaleza es que la red ofrece un espacio de encuentro para docentes con discapacidad de todo Japón, donde pueden intercambiar información regional y compartir sus retos, dificultades e incluso alegrías. Ese espacio nos recuerda que tenemos apoyo, nos permite tejer lazos de solidaridad y darnos ánimo mutuamente.
La tercera es que la red negocia con el Ministerio de Educación. Para nosotros es muy valioso tener la oportunidad de transmitir al Ministerio los desafíos a los que nos enfrentamos y las mejoras necesarias en materia de equipamiento. Como dato positivo, la red cuenta ahora también con miembros con trastornos de salud mental, lo que la hace aún más diversa.
También es alentador ver cómo avanzan las políticas internacionales, como las importantes recomendaciones formuladas por el Grupo de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Profesión Docente. La Recomendación 10 señala que «los gobiernos deberían elaborar políticas y medidas para promover la equidad, la diversidad y la inclusión en el personal docente, en particular de los grupos vulnerables y marginados, empezando por la planificación del personal». Esto es exactamente lo que exigimos a las autoridades. La Recomendación 16 dice que «dentro de la transformación de la educación, también deben cambiar las fuentes de identidad, dignidad y respeto de los docentes. Los profesores ya no son solo proveedores de conocimientos, sino que ahora también tienen el papel esencial de guiar a los alumnos a través del proceso de autodescubrimiento mediante la promoción de un aprendizaje inclusivo, eficaz y pertinente». En nuestras escuelas hay bastantes estudiantes con discapacidad. Tiene todo el sentido que también haya docentes con discapacidad acompañando sus procesos educativos. Y, dado el importante trabajo que viene realizando el JTU, me alegra ver que otras recomendaciones también reconocen el papel fundamental de los sindicatos de docentes a la hora de garantizar una educación inclusiva y de calidad.
Espero que cada vez más personas conozcan redes sindicales de docentes con discapacidad como la del JTU. Seguiré trabajando con la secretaría del sindicato para seguir fortaleciendo esta red, con la esperanza de que podamos construir una sociedad más accesible e inclusiva, donde las personas con discapacidad puedan trabajar y donde las niñas y los niños con discapacidad puedan aprender y desarrollarse plenamente.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.