El profesorado, protagonista de la justicia climática: Abordar la crisis en las escuelas filipinas
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“Estos problemas no son nuevos; son consecuencia de décadas de negligencia en el sector educativo, que se están viendo agravados por la escalada de la crisis climática. Si seguimos ignorando estas cuestiones urgentes, nuestras escuelas no solo seguirán careciendo de los recursos necesarios para el aprendizaje, sino que se convertirán en lugares peligrosos tanto para el alumnado como para el profesorado."
Según el Índice Mundial de Riesgo, Filipinas figura sistemáticamente entre los países más propensos a sufrir catástrofes a nivel mundial. Durante las dos últimas décadas nuestro país se ha visto afectado por el mayor número de fenómenos meteorológicos extremos. Yo nací en una época en la que las erupciones volcánicas, los terremotos de gran intensidad y los tifones devastadores eran fenómenos habituales. Actualmente nos enfrentamos además a los efectos cada vez peores de las olas de calor y El Niño. Las catástrofes están ya tan arraigadas en nuestra vida cotidiana que a los tifones se les pone nombre, como si fueran viejos conocidos; y las grandes desgracias suelen estar vinculadas a historias personales, como es mi caso, que me llamaron Ruby Tower por un edificio que se derrumbó en un catastrófico terremoto. Casi todas las personas las filipinas, salvo quizás los sectores más adinerados se han visto en la necesidad de atravesar calles inundadas, han sentido ansiedad ante la amenaza de un “gran terremoto”, o han sentido frustración por el hecho de que el Gobierno dependa tanto de las donaciones en lugar de adoptar medidas proactivas de preparación de cara a futuras catástrofes.
Nadie está a salvo de las catástrofes. Cuando empecé a trabajar como profesora, pude comprobar de primera mano que, a pesar de sus propias vulnerabilidades, siempre se espera que las escuelas sirvan como centros de evacuación.
Una crisis educativa agravada por el cambio climático
Durante años, el sistema educativo filipino ha luchado contra graves problemas acumulados, como la escasez crónica de aulas, la falta de personal docente y no docente, y la ausencia de suficiente personal sanitario en las escuelas. Tenemos que dar clase en unas aulas abarrotadas, con instalaciones inadecuadas, en particular con clínicas que carecen de suministros básicos o que simplemente no existen. Estos problemas de larga data se están viendo agravados por el cambio climático. Mientras escribo estas líneas, cerca de 7.000 escuelas de todo el país se han visto obligadas a suspender las clases presenciales y a adoptar un sistema de aprendizaje flexible debido al calor extremo, lo que está afectando a más de 3,6 millones de estudiantes. Marzo, abril y mayo suelen ser los meses más calurosos y secos en nuestro archipiélago, pero el fenómeno de El Niño ha provocado aumentos de las temperaturas a niveles peligrosos. Muchas personas docentes y estudiantes sufren mareos y dolores de cabeza debido al calor tan intenso. Estamos tratando de evitar que se repitan los incidentes del año pasado, en los que varias personas estudiantes tuvieron que ser trasladadas a centros médicos escolares tras sufrir hemorragias nasales o, en los casos más graves, desmayos. No obstante, dada la grave falta de instalaciones y personal sanitario en las escuelas, hacer frente a estos riesgos para la salud sigue siendo un reto importante. La mala ventilación de las aulas y el considerable hacinamiento, de hasta 60 estudiantes por aula, no hacen sino empeorar la situación. Estos problemas no son nuevos; son consecuencia de décadas de negligencia en el sector educativo, que se están viendo agravados por la escalada de la crisis climática. Si seguimos ignorando estas cuestiones urgentes, nuestras escuelas no solo seguirán careciendo de los recursos necesarios para el aprendizaje, sino que se convertirán en lugares peligrosos tanto para el alumnado como para el profesorado.
Como profesorado, lo que hacemos en nuestras escuelas es, fundamentalmente, para la próxima generación, respondiendo a sus necesidades y forjando su futuro. Este compromiso constituye el núcleo de nuestra participación en las acciones por la justicia climática: nuestro papel como docentes está intrínsicamente vinculado a estos esfuerzos. Es importante reconocer que, como docentes y miembros de un sindicato de la educación, tenemos el poder de conseguir un cambio sistémico más amplio. Con frecuencia se nos dice, y a veces enseñamos, que lo único que podemos hacer es adoptar el mantra de “reducir, reutilizar y reciclar”, centrándonos únicamente en cambios en el estilo de vida individual. Sin embargo, tenemos que ir más allá de este ámbito limitado y darnos cuenta de que juntos y juntas, de forma colectiva, podemos cuestionar y transformar el sistema. La fuerza de nuestro sindicato, que ha quedado demostrada a lo largo de nuestra historia, pone de manifiesto que mediante la acción colectiva se pueden lograr cambios significativos. Necesitamos empoderarnos a través de la educación, y reconocer que las escuelas son el corazón de la comunidad. El profesorado debe estar en primera línea, incidiendo en la opinión pública y participando en acciones transformadoras. También debemos escuchar y aprender de las personas más marginadas de nuestras sociedades, dejando que nos guíen. Afirmando nuestra solidaridad y respaldando estas voces, defendemos el verdadero espíritu y el poder de nuestro sindicato. Juntos y juntas podemos propiciar una transformación sistémica y conseguir cambios verdaderos.
¿Qué hemos hecho como sindicato?
Esta es la pregunta que nos tenemos que hacer. En respuesta al calor extremo, hemos adoptado varias medidas para hacer frente a la crisis y promover reformas necesarias en Filipinas.
Nuestro Programa General de Acción incluye la liberación inmediata de fondos de emergencia para reparar con carácter de urgencia las instalaciones sanitarias, mejorar la ventilación y modernizar las clínicas escolares.
También abogamos por que se acelere la construcción de 15.000 aulas resilientes al clima, un compromiso adquirido por el nuevo secretario del Departamento de Educación. Para garantizar que las instituciones educativas puedan adaptarse a estos retos climáticos, hemos reclamado la inclusión de los sindicatos en las consultas relativas a los protocolos y los mecanismos de emergencia para poder continuar con la enseñanza a pesar de las olas de calor. Además, solicitamos que se asignen fondos adicionales para contratar más personal sanitario, para mejorar la ventilación de las aulas y para desarrollar unos entornos escolares resilientes al clima.
También insistimos en la necesidad de integrar plenamente la educación sobre el clima en los planes de estudio, dotando al estudiantado de los conocimientos sobre los retos medioambientales a los que se van a enfrentar. Más allá de las propuestas políticas, hemos colaborado activamente con el Gobierno a través de campañas y actividades de promoción.
Una de nuestras victorias más significativas ha sido haber abogado con éxito por la adaptación del calendario escolar. Dado que abril y mayo son los meses más calurosos en Filipinas, hemos presionado para que el calendario académico retome el ciclo de junio a marzo, que entrará en vigor el próximo curso escolar.
Además, hemos hecho campaña para que el Gobierno publique unas directrices claras sobre el pago de las horas extraordinarias al personal docente que trabaja más horas de la cuenta, sobre todo cuando las escuelas hacen las veces de centros de evacuación tras producirse una catástrofe.
Nuestros esfuerzos no han pasado desapercibidos: hemos conseguido la atención nacional y hemos ocupado los titulares de diversos medios de comunicación, periódicos y programas de radio, al tiempo que seguimos amplificando nuestros llamamientos a la acción.
También hemos llevado nuestra lucha al ámbito legislativo. Con el apoyo de nuestro representante del profesorado en el Congreso, hemos celebrado audiencias parlamentarias centradas en garantizar la financiación de aulas resilientes al clima y abordar las repercusiones de las olas de calor para el alumnado y el profesorado.
Nuestra labor de defensa ha ido más allá de la legislación, ya que hemos participado activamente en iniciativas por el clima, como movilizaciones del Día de la Tierra, audiencias presupuestarias en el Congreso y el Senado, e iniciativas para proteger a nuestro compañero sindicalista, coordinador regional y defensor de los derechos humanos ambientales, Eco Dangla, que ha sido recientemente secuestrado.
Reconociendo el papel fundamental de las comunidades indígenas en la protección del medioambiente, hemos reactivado la Red de Pueblos Indígenas de ACT, también conocida como la Red Salvar Nuestras Escuelas. Los grupos indígenas poseen conocimientos y experiencia inestimables sobre la protección de los recursos naturales, por lo que son efectivamente aliados clave en la lucha contra el cambio climático. A través de la colaboración con personas expertas de diversas universidades de toda Filipinas, estamos trabajando para promover un marco educativo nacionalista que integre la defensa del medio ambiente, garantizando que las generaciones futuras comprendan la urgencia de la acción climática.
A través de estas iniciativas, seguimos luchando por un sistema educativo más resiliente, justo y sostenible, que proteja tanto al alumnado como a al profesorado de las repercusiones cada vez más graves del cambio climático. Necesitamos descolonizar y descarbonizar la educación, apoyándonos mutuamente a lo largo del camino. Nos encontramos en esta situación no por una contribución igualitaria, sino debido a una clara estructura de desigualdad en el núcleo de la crisis climática. Si esto no se reconoce en nuestras aulas, estaremos fallando a toda una generación de estudiantes y descuidando la materialización de nuestro derecho a la educación.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.