Mejorar la condición del personal docente mediante la profesionalidad inteligente
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La condición del personal docente continúa siendo una preocupación permanente para los sindicatos y los gobiernos. Según el dicho popular, la calidad de un sistema educativo no puede superar la de sus docentes. Es hora de reformular este dicho: la calidad de un sistema educativo no puede superar la medida en que apoya, sostiene e invierte en la condición actual de sus docentes.
Para la elaboración del informe La situación del personal y la profesión docente en el mundo 2021, encargado por la Internacional de la Educación, se preguntó a sindicatos de todo el mundo cuál era la condición del personal docente en sus circunscripciones.
A través de las respuestas se identificó que la condición se ve afectada por el salario y las condiciones de trabajo del personal docente, está relacionada con el estrés en el lugar de trabajo, influye en el atractivo de la enseñanza como carrera para las personas jóvenes e incide en si el personal docente cualificado quiere seguir enseñando. La condición se ve afectada por los mensajes que los gobiernos y los medios deciden transmitir sobre el personal docente, los entornos normativos que los gobiernos deciden establecer y el grado en que estos últimos están dispuestos a financiar la educación de calidad que afirman que querer lograr.
En general, la condición del personal docente no ha mejorado significativamente desde la publicación de la edición anterior del informe en 2018. Los puntos indicados entonces en relación con el salario, las condiciones, la privatización, las presiones para rendir cuentas y la imagen del personal docente transmitida por los medios siguen siendo motivos de preocupación para los sindicatos en 2021.
Se ha desaprovechado una oportunidad fundamental para mejorar la condición del personal docente. La mayoría de los sindicatos dicen estar frustrados con la imagen negativa del personal docente que ofrecen los medios y los gobiernos. Cada vez más docentes están empleados en condiciones precarias porque los sistemas utilizan un número creciente de contratos eventuales y de corta duración. Los sindicatos continúan denunciando que el salario del personal docente es demasiado bajo, las condiciones se están deteriorando, el gasto en infraestructuras para apoyar la enseñanza y el aprendizaje no es una prioridad para los gobiernos y la docencia no aparece como una carrera atractiva para las personas jóvenes en muchas circunscripciones.
No se puede subestimar el impacto de la pandemia de la COVID-19. Los sindicatos comunicaron, entre otras cosas, el estrés significativo sufrido por el personal docente como consecuencia de la preocupación por la salud y seguridad de sus estudiantes; la complejidad del cambio a la enseñanza en línea; el acceso no equitativo del alumnado al aprendizaje en línea; el miedo por su situación laboral, y los miedos continuos por su salud y seguridad cuando las escuelas reanudaron las clases presenciales. La pandemia aumentó drásticamente el volumen de trabajo, ya que el programa de estudios y el aprendizaje se adaptaron para permitir la educación en línea. Los recortes presupuestarios, los despidos de personal y la necesidad de tratar de recuperar las evaluaciones y el tiempo de aprendizaje perdidos a causa de la pandemia han hecho que el estrés continúe aun cuando los países han empezado a reabrir las escuelas. El impacto de la COVID-19 exacerbó desigualdades ya evidentes en los sistemas educativos provocadas por la falta de financiación, los efectos perniciosos de entornos normativos que no se han concebido adecuadamente y la falta de colaboración real con la profesión en muchas circunscripciones.
Durante la pandemia, sin embargo, muchos sindicatos señalaron que los medios y los gobiernos transmitieron una imagen más positiva del personal docente, en parte por los sacrificios realizados para continuar enseñando durante la pandemia y en parte porque los padres que experimentaron la enseñanza en casa empezaron a apreciar las competencias y los conocimientos que se necesitan para gestionar el alumnado y su aprendizaje. Sin embargo, esto no se tradujo en una mejora de su condición, especialmente porque su salario, condiciones y volumen de trabajo se deterioraron.
Esto indica que la condición del personal docente no solo se compone de múltiples facetas, sino que existe una interdependencia entre ellas. Mejorar la condición no puede consistir solo en mejorar el salario O mejorar las condiciones O contar una historia positiva sobre el personal docente de vez en cuando. Deben mejorarse los salarios Y las condiciones Y la imagen transmitida por los medios Y la financiación Y las condiciones de empleo Y las políticas de educación Y el desarrollo profesional continuo, etc.
Este es el reto que plantea mejorar la condición. Requiere una intervención de múltiples facetas que debe incluir a los sindicatos, los gobiernos, las instancias burocráticas y otras partes interesadas. Sin ello, en algunas circunscripciones podrían experimentarse una escasez y un desgaste críticos del personal docente.
El reto es replantearse cómo enfocar la condición del personal docente para que, dentro de tres años, no continuemos encontrando los mismos problemas. Una opción es que los sindicatos y sus miembros propugnen una profesionalidad que reconozca las competencias y los conocimientos especializados únicos que poseen los profesionales y las profesionales del sector de la educación y deberían utilizarse mejor en los sistemas educativos.
La profesionalidad inteligente propone que el personal docente, el personal directivo y sus representantes sindicales elegidos o de la asociación siempre formen parte de los diferentes procesos y mecanismos que los sistemas sostienen que mejoran la educación. La educación (en todos los niveles) siempre será una profesión mediada por el Estado, pero habrá más oportunidades para una incorporación más significativa de la profesión en la toma de decisiones en materia de educación. La profesionalidad inteligente reconoce que muchas circunscripciones tienen problemas estructurales únicos que exigen consultas y una toma de decisiones dirigida por la profesión. Se trata de un enfoque colectivo que reconoce que, durante demasiado tiempo, se ha responsabilizado a las personas de problemas sistémicos, lo que ha aumentado la carga de trabajo y el estrés y ha disminuido el disfrute y la satisfacción.
La profesionalidad inteligente, si se ve como una ética aplicable a las relaciones entre las partes interesadas, podría mejorar la condición de la profesión en los diferentes sistemas educativos sin tener que adoptar soluciones de políticas normalizadas y encaminadas a la normalización.
Las opiniones expresadas en este blog pertenecen al autor y no reflejan necesariamente ninguna política o posición oficial de la Internacional de la Educación.